martes, 21 de abril de 2020

Texto de Carrero Blanco de 1945.



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Carrero Blanco, un texto que deja de manifiesto su pensamiento, su ideología, y sobre todo, su visión y el camino que debía seguir España al terminar la Segunda Guerra Mundial.


"1. “Notas sobre la situación política” de Luis Carreo Blanco al Jefe del Estado, F.Franco, 29 de agosto de 1945 (Archivo General de la Universidad de Navarra.

Fondo Laureano López Rodó 005/421/5(4/7)

Los tres últimos acontecimientos mundiales: declaración de Potsdam, triunfo del laborismo en Inglaterra y fin de la guerra en el Pacífico con la rendición del Japón que pone término a la segunda guerra mundial, han tenido la virtud de revolver la
política interna (euforia de los rojos esperanzados en su revancha y nerviosismo en el Monarquismo impaciente temeroso de que pase definitivamente su oportunidad) y conviene analizar serena y objetivamente que es lo que hay de realidad verdad en
todo esto, para llegar a un claro “juicio de las situación” que es la base fundamental de todo plan de acción, política o militar.
La alusión a España en la declaración conjunta de Potsdam fue evidentemente, considerada en abstracto, una injusticia y una insigne impertinencia, que en el sector rojo español produjo entusiasmo, en el verdaderamente español indignación y en
otro, por desgracia no pequeño, miedo. Para muchas de nuestras gentes blanduchas –que abunda, triste es reconocerlo- la cita de España por los llamados “tres grandes”fue algo así como las trompetas del Apocalipsis.
Y sin embargo, a poco que se medite serenamente, había que reconocer que en Potsdam habíamos sido defendidos con energía por Truman y por Churchill –lo cual se ha confirmado después- pues era lógico que Stalin, al tratar de España, pidiera la
mayor de las barbaridades (la intervención armada de todos los aliados contra nosotros para aplastarnos) y si se tiene en cuenta que en aquellos momentos Churchill y Truman le hacían el amor al Zar rojo para que declarase la guerra al Japón,
la defensa tuvo que ser dura hasta conseguir la fórmula platónica de que no se apoyaría nuestra petición de ingreso en un organismo internacional, que aún no se ha
creado y que ya veremos si llega alguna vez a funcionar.
¿Qué a pesar de todo la decisión es injusta y vejatoria? ¿qué se basa en una mentira? Indudablemente, pero yo confieso que desde un punto de vista práctico, a mí me satisfizo, porque esperaba algo peor en cuanto los capitostes del mundo nos
sacasen a colación en sus conversaciones.
La decisión fue tomada siendo Churchill Premier inglés y en presencia de Attlee; cuando éste volvió a la conferencia ya como Jefe del Gobierno británico y en plena euforia del triunfo laborista, no intentó empeorar lo ya acordado y, al mismo tiempo, Truman, receloso de meterse en nuevas disquisiciones con Stalin y Attlee
solamente, sin el apoyo de Churchill, se las ingenió para liquidar la conferencia en dos días y dejar las cuestiones pendientes para mejor ocasión.
Ahora bien, si Truman, Churchill y Attlee nos defendieron de las pretensiones de Stalin, no fue ni por simpatía, ni por humanidad, ni por espíritu de justicia. Nos defendieron por interés, que es el único motor de las relaciones internacionales y casi
cabría decir de las relaciones humanas, como paradójicamente nos protegió Stalin cuando los anglosajones pretendieron asaltar a Europa por España para evitarse el choque con las defensas alemanas del Canal. Entonces el interés de Stalin era que los
anglosajones se desgastasen en este esfuerzo bélico, el de estos en cumplir los acuerdos sin hacerlo y Stalin venció amenazando con la paz separada con Hitler.
Los anglosajones temen –y es lógico- al imperialismo de Stalin y han pasado por muchas cosas, en tanto Stalin les ha sido necesario, porque éste, astutamente, ha manejado el chantage de la paz con Alemania en la guerra de Europa y después el
chantage de la alianza con el Japón en la guerra del Pacífico, pero tan pronto como el Japón se rinde y con ello se le inutiliza a Stalin su última arma, empiezan a caerse las caretas. Bevin, el ministro laborista y para muchos filocomunista, hace una declaración sobre política exterior que aplauden Churchill y Eden, en la que hace
resaltar que el gobierno laborista seguirá la vieja política del Imperio, es decir, oponerse a los imperialismos, señalando descaradamente a Rusia. Surgen enseguida los choques de puntos de vista en los Balcanes y en China, y se inicia la atracción de De Gaulle para captarlo y hacerle rectificar del mal paso dado al aliarse con Rusia.
Los EEUU apoyan en esta acción a Inglaterra y dan a su vez la puñalada máxima a Stalin suspendiendo la vigencia de la Ley de Préstamos y Arriendos, pero se la dan de paso a Inglaterra (¿a los laboristas?) porque a Inglaterra también le afecta
esta suspensión y la crea un serio problema económico.
En definitiva, al dispararse el último tiro en el Pacífico, ha comenzado la guerra diplomática entre los anglosajones y Rusia. Inglaterra y los EEUU están unidos para hacer frente al imperialismo ruso, pero a su vez entre ellos tienen una pugna
interna, en la que Inglaterra lleva la peor parte porque ha pasado a tener una franca dependencia los EEUU, sin cuya ayuda no podrá reconstruirse económica y materialmente y menos hacer frente al peligro rojo.
Por esta fundamental causa de frio interés, los anglosajones (pese a lo que digan las radios, la prensa y hasta los políticos de mayor o menor talla) no solamente apoyarán, sino que se opondrán a todo lo que pudiera determinar una situación dehegemonía soviética en la península ibérica. Les interesa en éstas orden y
anticomunismo pero preferirían lograr esto con un régimen distinto al actual.
El régimen actual les es antipático, un poco por papanatismo, pues les pareceuna cosa vinculada a lo alemán contra lo que todavía hay la fobia de la guerra, pero un mucho en el fondo, aunque no se confiese ni se confesará nunca, porque es
independiente, porque la España actual es libre políticamente, porque es rigurosa y va para arriba, porque es una España como desde el despojo de Utrecht no se conocía y esto molesta y duele. Los anglosajones, y sobre todo Inglaterra, quieren una España
en orden y anticomunista, pero vasalla políticamente. No quieren este régimen, porque quieren otro (con tal de que no sea filocomunista) que les deba la existencia y les sea sumiso.
La situación puede centrarse en los siguientes términos:
- Los anglosajones (Inglaterra y los EEUU) no quieren de ninguna manera el peligro comunista en España.
- Solo ante el convencimiento, o aún el temor, de que cualquier intento de cambio conduciría a esto, acabarán dejando que el régimen actual se desarrolle en paz
- Inglaterra y los EEUU se disputarán, bajo cuerda, la amistad de España
- Inglaterra y los EEUU no reconocerán ese engendro de Gobierno exilado en Méjico, porque es filocomunista; y menos si Stalin lo reconoce enseguida, que ojalá lo haga.
- Las presiones de los anglosajones por un cambio en la política española que rompa el normal desarrollo del régimen actual, serán tanto menores cuanto más palpable sea nuestro orden, nuestra unidad y nuestra impasibilidad antes indicaciones, amenazas e impertinencias.
La única fórmula para nosotros no puede ser otra que: orden, unidad y aguantar. Buena acción policial para prevenir cualquier subversión; enérgica represión si se produce, sin temor a las críticas de fuera, pues más vale castigar duramente una vez que no dejar de corregir el mal; inutilizar a las personalidades,
por elevadas que estén, que ambiciosas, infatuadas o simplemente inconscientes pretendan perturbar haciendo el juego al enemigo, para saltar etapas que no pueden saltarse sin grave riesgo de hundir a España en el caos anulando el fruto de tanto
sacrificio y de tanto esfuerzo, y aguantar, impasibles todo lo que digan fuera sin afectarnos lo más mínimo, hasta que se convenzan, se cansen, o se les acabe el dinero a los rojos.
Y mientras tanto, seguir con perseverancia el plan de Su Excelencia, dando a cada periodo su plazo, haciendo que fragüe bien la obra, sin precipitaciones ni concesiones a la galería y concediendo a lo social la máxima importancia.
En esto último sí que conviene ir de prisa porque no solamente es el único medio de neutralizar el Caballo de Troya del comunismo de exportación, sino porque,sobre todo, lo manda Dios.
Todo ser, por humilde que sea su cuna, por deficiente que sea su constitución fisiológica, por menguada que sea su dotación intelectual, tiene un sagrado derecho a poder alimentarse, a poder vestir su cuerpo, a contar con una casa digna de un ser humano donde cobijare y a que todo esto se le dé gratis cuando por incapacidad o vejez él no pueda rendir. Esta línea de tierra es el mínimo minimorum que hay que lograr, cueste lo que cueste, sacando el dinero de quien lo tenga, para establecer la
sólida base de un estado cristiano. Y sobre esta línea, que cada cual mejore su situación y su bienestar, llegando hasta el lujo, con arreglo a su esfuerzo o a su capacidad intelectual (...).
El mundo ha entrado, como S.E. ha dicho muchas veces, en la era de los social y España puede dar la pauta de como se resuelve este problema, conservando el hombre su personalidad humana sin pasar a ser una cosa como lo es en la monstruosa concepción soviética.
Yo entiendo, mi General, que corrigiendo con mano dura toda perturbación, venga de abajo o de arriba, se salva fácilmente la unidad y a base de ella nada debe preocuparnos y podemos soportar estoicamente las presiones de fuera, si las hay,
mientras se realiza la evolución en la forma que de todas maneras habría que haber realizado. Es decir, que debe hacerse, a su tiempo, todo aquello que convenga a España nos lo pidan o no desde fuera y dejar de hacer aquello que nos pueda inferir
un daño, aunque les guste a los extranjeros. A nosotros tampoco nos gustan otras cosas de ellos. Mientras España sea un bloque bastarán unas cuantas ejemplaridades arriba y una verdadera justicia social abajo."