ÍNDICE:
1.- ANTECEDENTES
2.- CAUSAS
3.- PREPARACIÓN DE LA REVOLUCIÓN
4.- OCTUBRE DE 1934 EN ESPAÑA
5.- REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934 EN ASTURIAS
6.- CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN
7.- DEBATE Y REVISIONISMO
8.- BIBLIOGRAFÍA
1.- ANTECEDENTES
Los ataques contra el régimen
republicano habían venido de los sectores de derechas, protagonizado y
ejecutado con el pronunciamiento militar del general Sanjurjo en agosto de
1932, sólo dieciséis meses después de proclamarse la II República. Fue un golpe
monárquico en el que participaron sectores civiles y militares, fácilmente
abortado por el gobierno que conocía los planes con antelación. También la
izquierda, de parte de los anarquistas, protagonizaron varios levantamientos en
forma de huelgas revolucionarias, la primera en enero de 1932 y otras dos en
enero y diciembre de 1933.
Sin embargo, no parecía lógica
una actuación semejante por parte de un partido, el PSOE, que había formado
parte del Pacto de San Sebastián en 1930, había participado activamente en la
proclamación de la II República y había participado también, tanto en el
gobierno provisional como en el del primer bienio, habiendo sido incluso el
partido más votado en las elecciones generales de junio de 1931 y participando
en la elaboración de la Constitución del 9 de diciembre del mismo año.
El PSOE se había desarrollado
desde su nacimiento en 1879 como un partido posibilista con un lenguaje
revolucionario pero en el fondo aparcaba la revolución para más tarde, en un
futuro incierto cuando se dieran las condiciones necesarias. José Canalejas
reprochaba en 1912 a Pablo Iglesias esa postura evolucionista*(1). De esta
manera, parece que el PSOE esperaba el momento oportuno para acabar con la
Monarquía, lo que ya ocurriría en 1931, y con el capital, en este caso debieron
representarlo en el nuevo gobierno radical que defendía los intereses de los
terratenientes y creyeron que había llegado el momento de implantar una
república socialista sin republicanos, y por supuesto, sin una derecha
monárquica conservadora y en contra, también del fascismo emergente en Europa
que en algunos países se había manifestado como tal y en otros como en el caso
austriaco, mediante el ascenso de un católico de derechas como era Dolfus que
bombardeó los barrios obreros de Viena e implantó una dictadura.
A la altura de noviembre de 1933,
tras la victoria electoral de las derechas algunos socialistas consideraron que
el gobierno radical había devuelto muchos privilegios a los patronos y
especialmente a los terratenientes y recibía visitas de comisiones locales y
provinciales pidiéndoles que se hiciera algo al respecto, la guardia civil perseguía
a los militantes de izquierdas y de los sindicatos de clase.
Sin embargo, el gobierno de
Lerroux no habría realizado cambios profundos sobre las reformas del primer
bienio y se continuó con la reforma educativa, no se derogó la ley del divorcio
y tampoco se harían grandes cambios sobre la reforma militar, al margen de
beneficiar a militares afines a la derecha.
Sin embargo, con respecto a la reforma religiosa, se volvió a hacer cargo el
gobierno de los salarios del clero y se amnistió a Sanjurjo y a todos los
implicados en el pronunciamiento de agosto de 1932 así como otros presos
condenados por evasión fiscal. Aún así, lo más importante y más sangrante para
la clase trabajadora, especialmente la del campo español que representaba el
55% de la población española sería, no tanto los retoques que se hicieron con
respecto a los jurados mixtos, sino la actitud prepotente de los terratenientes
y de las autoridades rurales contra los campesinos sin tierra. Javier Tusell
minimiza las reformas reaccionarias.
La decisión de algunos dirigentes
socialistas de romper con el régimen republicano vino determinada por la
ruptura de la coalición republicano-socialista a finales de 1933 y como
detonante el anuncio de entrada en el gobierno radical un año más tarde de tres
miembros de la CEDA, partido vencedor en las elecciones de noviembre de 1933 y
que como partido accidentalista no había jurado la constitución republicana. Largo
Caballero ya pensaba seriamente en la posibilidad revolucionaria en enero de
1934 una vez apartado el PSOE del poder y cuando su ejecutiva decidió llevar a
cabo la revolución sin fecha fija y siendo suscrita además por su sindicato
afín, la UGT.
2.- CAUSAS.
Las causas que llevaron al PSOE a
arremeter contra un régimen político que habían contribuido a implantar y en el
que habían formado parte del gobierno parecen difíciles de interpretar. Muchos
autores han intentado esclarecer cuales fueron esos posibles motivos que
llevaron a los socialistas a tomar la decisión de romper con la legalidad vigente.
Como hemos visto, Pablo Iglesias creía que había que ir avanzando con el
posibilismo hasta que se diesen las circunstancias necesarias para derribar el
sistema capitalista. El PSOE había nacido como partido revolucionario, dirigido
a la clase trabajadora y enfrentado al capitalismo. El semanal “El Socialista”
da buena prueba de ello desde su fundación en el año 1866 y marcará en buena
medida el pensamiento de las élites socialistas. Dicho periódico sostiene en un
artículo publicado el 20 de enero de 1888 titulado “Un argumento poderoso”
que:
“El socialismo afirma terminantemente que la conquista del Poder
político es el primer paso que debe dar el Proletariado para expropiar
económicamente a la burguesía y destruirla como clase (...). El socialismo proclama
que la conquista del Poder, hoy en manos de la clase privilegiada, ha de ser
obra revolucionaria, obra de la fuerza, como lo ha sido siempre el triunfo de
una clase sobre otra (...).””El Socialista” 20 de enero de 1888.
La línea editorial se mantiene en
el tiempo, subiendo de tono durante el año 1933. A la altura de 2 de enero de
1934 aparece en primera página otro artículo, “La esperanza necesaria” que
parece constatar las afirmaciones que hace Largo Caballero en “Mis recuerdos”
en las que alude a la vuelta a los modos anteriores a la República por parte de
terratenientes y autoridades.
El tema es demasiado
controvertido para llegar a un acuerdo sobre las causas y sobre todo con
respecto a las consecuencias de octubre de 1934. A la tarea de los
investigadores se suma el hecho de que el PSOE sea un partido político que en
la actualidad sigue una actividad democrática normal y se sienta atacado por
esos hechos o el incesante despliegue de medios por parte de un sector de la
derecha, aún interesado de responsabilizar del final de la II República y de la
Guerra Civil a la izquierda. Aún así, podemos sintetizar las principales
corrientes de pensamiento con respecto a las causas que llevan a la revolución
de octubre.
En principio, tenemos la tesis de
una insurrección provocada por el malestar de los trabajadores, que no deja de
ser cierta, tanto en el sector de trabajadores del campo que eran mayoría y que
sin embargo no participaron en dicha insurrección, (agotados y perseguidos por
la anterior huelga del campo durante el verano), tanto de los mineros
asturianos que si que se levantaron en armas. Aún así, este germen permanente,
no justificaría la organización del movimiento por parte de buena parte del
PSOE y la UGT y desde luego no explica en absoluto ésta. La tesis de que los
socialistas organizaron y llevaron a cabo la revolución con el objeto de frenar
un supuesto régimen fascista en España tiene sentido observando la Europa
Contemporánea y el ascenso al poder de regímenes fascistas en varios países,
parecía una amenaza real, lo que ocurre es
que aunque Gil Robles hubiera visitado la Alemania nazi y sintiera respeto por
ésta, los católicos españoles se encuentran muy lejos del nazismo, aunque
parece que no tanto de la Austria de Dolfuss que había llegado a ser canciller
en 1932 dirigiendo una coalición de derechas y que con motivo de una crisis, disolvió
el parlamento e implantó una dictadura en 1933 de corte católico. Esa si
parecía que pudiera ser una causa que generará desconfianza en el PSOE, aunque
tampoco explicaría totalmente la actitud socialista por no tener ninguna prueba
a tal respecto e incluso indicio alguno. Más aún, los líderes socialistas se
mostraban radicalizados en sus intervenciones públicas. No sabemos si en esos
momentos el PSOE había perdido toda confianza en la democracia o sencillamente
no había asumido bien los resultados de las elecciones en los que un 63 por
ciento de la población había votado a partidos de derechas. En resumidas
cuentas, no parece que respetaran la democracia y se lanzaron a dar un paso más
adelante, en defensa de los avances conseguidos por la República y que ahora,
con la entrada del partido conservador que había ganado las elecciones un año
atrás, parecían amenazadas. En resumidas cuentas, al PSOE no le servía ya la
democracia republicana para conseguir sus objetivos, al perder las elecciones,
se habría lanzado a una campaña de defensa de la República pero sin respetar la
victoria electoral de la CEDA, también hay que recordar el accidentalismo de este
partido que nunca se había declarado republicano y sí había una intencionalidad
de acabar con la república. Está teoría, como causa si parece que se ajuste
bastante a la realidad, teniendo en cuenta la trayectoria personal de Largo
Caballero y el resto de líderes socialistas implicados en la revolución que
seguirían siendo reformistas y no sospechosos de llevar a cabo una dictadura
comunista. Según Santos Juliá, si que estaría en la voluntad de algunos líderes
del PSOE el dar un paso más en la revolución, basándose, no en el
comportamiento reformista que habían tenido, sino en la cultura del partido que
era exactamente la de la revolución proletaria, aunque había sido por pasos y
habían aceptado un primer paso ayudando y aceptando la república aunque ese no
era todavía su objetivo real. Una vez salieron del gobierno, se sintieron
traicionados por los republicanos y encontraron la justificación para llevar a
cabo su revolución.
El discurso de Gil Robles en un
mitin en Covadonga el 15 de octubre de 1933 deja claras cuales son las
intenciones de la CEDA y su pretensión de romper con el régimen republicano:
“Proyectemos ahora una mirada hacia el porvenir... Nuestra generación
tiene encomendada una gran misión. Tiene que crear un espíritu nuevo, fundar un
nuevo Estado, una Nación nueva; dejar la Patria depurada de masones, de
judaizantes… Hay que ir a un Estado nuevo y para ello se imponen deberes y
sacrificios.¡Qué importa que nos cueste hasta derramar sangre! Para eso nada de
contubernios. No necesitamos el Poder con contubernios de nadies. Necesitamos
el Poder íntegro y eso es lo que pedimos. Entretanto no iremos al Gobierno en
colaboración con nadie. para realizar este ideal no vamos a detenernos en
formas arcaicas. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para
ir a la conquista de un Estado nuevo… Llegado
el momento el Parlamento o se somete o le hacemos desaparecer…” Diario “El Debate, martes 17 de octubre
de 1934.
Otra teoría, que por otra parte,
no sería nada novedosa, es la que afirma que se habría tratado de una
insurrección revolucionaria que habría dado lugar al inicio de la Guerra Civil
española. Esta teoría venía siendo defendida por la propaganda franquista
durante los años de dictadura y más recientemente ha tomado fuerza desde la aparición
en 1999 del libro de Pío Moa, “Los orígenes de las Guerra Civil española”. El
libro presenta abundante aportación de fuentes y está escrito con corrección
académica, sin embargo, no deja de sacar conclusiones erróneas y desde luego,
muy discutidas desde los círculos académicos. Parece muy aventurado concluir
con la afirmación de que la Guerra Civil española comenzó el 4 de octubre de
1934, provocado por un movimiento revolucionario organizado y dirigido por el
PSOE y en el que participaba toda la izquierda, cuando la república aún tendría
casi otros dos años de vida, hasta que en julio de 1936 se llevara a cabo el
alzamiento militar con apoyo de todas las derechas para derrocar a la
república. Esta teoría está completamente desprestigiada porque responde a un
interés político claro y es una evidencia que el inicio de la Guerra Civil no
se produjo en octubre de 1934.
En cualquier caso, las causas
debieron ser varias, y por ello, la teoría más acertada podría estar motivada
por multitud de factores, todos ellos comentados con anterioridad.
En noviembre de 1933, tras la crisis del gobierno, Alcalá Zamora
decidió convocar elecciones generales pero esta vez, la derecha se presentaba
muy unida, después de los acuerdos del 12 de octubre e integraban a la
mayoritaria CEDA, el Partido Agrario, Renovación Española, Comunión
Tradicionalista, etc., mientras que la izquierda estaba totalmente fragmentada
y los anarquistas pidieron la abstención. Con este panorama, la derecha
obtendría una gran victoria alcanzando la mayoría de votos la CEDA, seguida de los
radicales de Lerroux y a larga distancia ya los socialistas y formándose el
nuevo gobierno presidido por Lerroux y el Partido Radical.
La victoria electoral fue para la derecha, consiguiendo 115
escaños la CEDA seguidos por el Partido Radical. Finalmente, se optó por una
coalición CEDA-Partido Radical y como presidente del Gobierno Alejandro Lerroux
pero manteniendo el programa de la derecha. Serían dos motivos los que llevaran
a este éxito electoral, la unión de las distintas derechas y la decepción de
las izquierdas por la lenta aplicación de la ley agraria y la fragmentación de
la izquierda.
El bienio conservador supondría un retroceso con respecto a la
labor legislativa del bienio anterior, de igual modo que supuso, especialmente,
una traba psicológica para los ciudadanos de izquierda que verán parados los
proyectos progresistas y esperanzadores del anterior bienio. Aún así, no falto
algún ministro conservador-reformista como el de Agricultura, Manuel Giménez
Fernández que defendió la ley adaptada a principios católicos.
La insatisfacción general de los trabajadores tanto del campo como
de la ciudad, fueron aprovechados por una parte del PSOE que se sentía
traicionada por los radicales y que no podía consentir que un partido que no
había contribuido a la implantación de la República, y más aún, ni tan siquiera
se sentía republicano, fuera a gobernar. Además, el socialismo, o parte del
partido, pensaba que la República burguesa era el primer paso para llegar a la
verdadera revolución socialista. En esas circunstancias, la crisis en el
gobierno, que prendió con la mecha de la reforma agraria en Cataluña, hizo que
en octubre entraran en el Gobierno tres ministros de la CEDA, lo que provocó un
sentimiento de “declaración de guerra”, produciéndose la huelga general en toda
España y en Asturias una insurrección armada que duró dos semanas y que fue muy
duramente reprimida.
La preparación de la Revolución
de octubre comenzó en enero de 1934 sin establecer una fecha fija y planteada
como respuesta contundente a la amenaza de la CEDA de entrar en el gobierno
radical. Así, un Largo Caballero, que siempre se había mostrado reformista y
nunca revolucionario, siempre intentando el pacto antes que la ruptura,
llevándole incluso al colaboracionismo con la dictadura de Miguel Primo de
Rivera, llegó a la conclusión de preparar una insurrección que parase lo que
consideraba a su juicio, un golpe de estado, ya que la CEDA nunca había
aceptado la II República, y de hecho, su jefe, Gil Robles, había declarado en
multitud de ocasiones su intención de combatirla y cambiarla cuando llegase al
poder.
Para llevar a cabo esta
revolución, lo primero que hizo Largo Caballero fue desplazar a Besteriro,
Saborit y Trifón Gómez que según cuenta en “Mis recuerdos” eran partidarios de
seguir como fuera con la legalidad y llevar a cabo el programa.
Como queda claro, la preparación
material de la revolución fue inspirada por Largo Caballero y planeada y
elaborada por el PSOE.
En primer lugar se celebró en
Madrid una reunión de representantes de las organizaciones provinciales del
partido para presentarles los planes o Instrucciones.
Estas instrucciones constaban de
dos partes. La primera eran las Instrucciones Preliminares en las que se
identificaba a los militantes más comprometidos y se constituyen Comités
Revolucionarios Locales.
Las Instrucciones, en principio
eran muy generales, la segunda parte, Instrucciones Generales, muy poco elaboradas, se hablaba de formas de
conseguir personas comprometidas, tanto entre el sindicato como especialmente
dentro del Ejército, tarea esta última a Indalecio Prieto. También era
importante la intendencia, la organización de los servicios y sobre todo la
obtención de armamento y el diseño de la lucha armada.
Evidentemente, el plan provocó el
rechazo de compañeros del partido y de parte de la militancia, aunque
finalmente, fueron las milicias creadas por la UGT quienes se preparan
militarmente en grupos dirigidos por mandos militares afines a sus ideas. Las
tácticas militares parece que serían en
guerrillas y en barricadas.
En principio no se contaba ni con
comunistas con los que se tenía una mala relación desde 1921 ni con los
anarquistas. Sin embargo, la huelga general contra el acto de la CEDA realizado
en Covadonga llevará al entendimiento con los comunistas a partir de septiembre
de 1934.
El aprovisionamiento de armas iba
a ser turbulento y donde el gobierno detectara que había movimientos
encaminados a acabar con el gobierno o con la misma República, por medio de la
violencia. En cualquier caso, aunque los comités locales tuvieran prohibido
rebelar sus intenciones y dentro de las milicias revolucionarias llegara a
penarse incluso con la muerte el desvelar los planes, Largo Caballero no dudará
en numerosas ocasiones en amenazar con un movimiento revolucionario que por
otra parte no tenía fecha prevista, aunque si la hora exacta, las 12:00 horas
del día en que se diera la orden.
Los primeros planes con respecto
a la consecución de armamento estaban encaminados a obtener la mayor información
posible sobre depósitos de armas y polvorines. En cualquier caso, la
adquisición de armas durante la preparación de los planes sería un desastre.
Indalecio Prieto sería el encargado de esta importante tarea. Algunas de las
acciones encaminadas a este objetivo, fueron la estafa en una oficina bancaria
de Madrid, realizada por dos miembros de UGT disfrazados de capitalistas que
sacaron el dinero de una cuenta inmovilizada de un noble. Con este dinero se
conseguirían armas en Éibar y Hendaya. También en Madrid, cierto comisario,
amigo personal de Prieto, proporcionaba armas procedentes de delincuentes y
también de las depositadas en la Dirección General de Seguridad.
La forma de acumulación de
armamento tampoco fue muy efectiva y la policía había encontrado buena cantidad
de pistolas y proyectiles en una nave alquilada en el barrio de Cuatro Caminos
y más tarde, nuevos depósitos de armas en Ciudad Universitaria y Ciudad Jardín,
especialmente escandaloso fue el arsenal encontrado en los sotanos y teatro de
la Casa del Pueblo.
Con todo, el caso más importante
de adquisición de armas para la revolución más anunciada, sería, como se
llamara posteriormente la “Operación Turquesa”. Indalecio Prieto se puso en
contacto con un contrabandista de armas, Echevarria, que al parecer compraba
las armas directamente al Consorcio de Industrias Militares y las vendía en el
mercado internacional sin preguntar cual era el objetivo de éstas. Para el
transporte de las armas, Prieto compraría un barco, el Turquesa, que sería destinado
a trasladar tan importante material de guerra.
Las peripecias que llevarán al
desastre de este aprovisionamiento de armas comenzaron en el puerto de Cádiz y
continuarán durante todo su recorrido hasta Asturias, bordeando la Península
Ibérica, desde la provincia de Huelva, Portugal, costa gallega, hasta llegar a
la playa de Aguilar en Muros del Nalón donde fueron descubiertos por los
carabineros y hubo de abortarse el desembarco poniendo rumbo a Francia. Prieto
que se había desplazado a Asturias a dirigir la operación tuvo que huir y
Echevarrieta fue detenido terminando así esta aventura de adquisición de
armamento para la revolución.
La Revolución de Asturias no
estaría bien organizada excepto a nivel teórico, sería un fracaso continuo,
desde la preparación, hasta su desastroso final. El peor defecto en la
organización, aún, con todos los fallos técnicos, sería el enfrentamiento con
el sindicato del campo y no haber sido capaces de aunar las sensibilidades de
todos los trabajadores.
Resulta muy extraño que una
revolución organizada por un partido político de la importancia del PSOE y de
su sindicato, la UGT, además, habiéndose organizado minuciosamente, no fuese
seguida en ninguno de los centros neurálgicos del país ni en todo el campo del
sur de España y tan sólo tuviera importancia en Asturias y en bastante menor
medida en Cataluña.
Una de las posibles causas de su
escaso seguimiento debió de ser precisamente la dura represión que habían
tenido los trabajadores del campo tras la huelga del verano en la que el
sindicato FETT había estado enfrentado a Largo Caballero por no atender éste
las necesidades específicas de los trabajadores del campo (alrededor del 55%) y
éstos a su vez no someterse a la disciplina marcada por el PSOE y la UGT y
llevar a cabo esta huelga sin el consentimiento de Largo Caballero y en contra
de las indicaciones de éste.
De esta manera, en la capital de
España, aunque existían armas suficientes y el Comité Nacional Revolucionario
se encontraba allí, después de un primer momento insurreccional, no
consiguieron los objetivos iniciales de asalto a la presidencia del gobierno y
otros puntos estratégicos como el parque móvil o la emisora central de la
guardia civil, con mayor éxito en el cuartel de La Guindalera donde entraron
con ayuda de un oficial socialista. Hubo, desde luego, grupos de obreros muy
activos desde el día 4 de octubre, en el que la huelga general dejaba la ciudad
desierta, pero el fracaso sería debido por una falta de dirección que no puede
entenderse desde el punto de vista de la organización de la revolución. Es
probable que en el último momento la dirección creyera suficiente una huelga
general pacífica para hacer recapacitar a Alcalá Zamora y sustituyese el
gobierno. En cualquier caso, la falta de dirección ante lo que parecía una
situación favorable dio al traste con la revolución en Madrid. Sencillamente,
sería un desastre.
En toda la España rural la
revolución no tuvo ninguna posibilidad debido a que los principales dirigentes
del campo español estaban en la cárcel después de la huelga general de junio y
los trabajadores agotados tras la última represión del gobierno.
Sin embargo, en Cataluña, en
Barcelona Lluis Companys declaró el Estado Catalán dentro de la República Española, a lo que el
gobierno respondió proclamando el “estado de guerra”. Companys, sin embargo, se
negó a repartir armas a la población e informó al Capitán General. En la noche
de ese mismo día 6 de octubre aparecieron los primeros grupos armados y las
barricadas en la ciudad. El ejército tomó los puntos neurálgicos de la ciudad,
mientras que el general Batet se negó a llevar a cabo la violencia contra los
insurrectos que le habían ordenado desde Madrid. Companys se rendía a las seis
de la mañana.
El día 5 de octubre de madrugada comenzaba
la “Revolución de Octubre de 1934”, con la unión de socialistas, anarquistas y
comunistas, de los sindicatos UGT, CNT y SUM que contarían con unos 60.000
trabajadores en armas frente a una inicial fuerza militar reducida a 4.000
hombres entre soldados, guardias civiles y de asalto a los que inmediatamente
se unirían por tierra las tropas de infantería procedentes de León, Galicia y
Bilbao y más tarde las fuerzas de élite de la Legión y regulares, llegando a
los 17.000 soldados bien armados y mejor entrenados, además de la marina y la
aviación.
En Asturias, se tomo en serio la
revolución, a diferencia de otras regiones españolas donde no hubo más
movimiento que el de una huelga general. En palabras de Pío Moa, habría sido
porque las masas todavía no estaban preparadas para el llamamiento que había
hecho el PSOE y el nacionalismo catalán, sin embargo, parece que más tiene que
ver con el cansancio y la persecución a la que habían estado sometidos los
trabajadores del campo tras las jornadas de huelga del verano de 1934 y la
negación de ayuda a éstos por parte de Largo Caballero y del PSOE durante dicha
huelga que además no apoyaba.
A las 12:00 en punto de la noche como
indicaban la Instrucciones, los trabajadores asturianos ocuparon sin ninguna
resistencia por parte de las fuerzas del orden, edificios municipales y
cuarteles de la guardia civil, constituyéndose como principales bases de
operaciones las poblaciones de Mieres y Sama de Langreo con el objetivo de
conquistar Oviedo. Sin embargo, el movimiento de las fuerzas gubernamentales
fue rápido y el ataque contra los revolucionarios llegaría desde León, debiendo
así los revolucionarios ocupar parte de la fuerza en la defensa y no en su
objetivo principal de la ocupación de la capital.
El plan inicial de ocupar Oviedo por
sorpresa, también fracasó, debido a que los encargados de dejar sin luz a la
capital, que era la señal para que la organización obrera se uniera a la revolución, no llevaron a cabo
su misión, lo que originó que las fuerzas gubernamentales controlaran los
lugares estratégicos y las calles de la ciudad provocando así lo que serían
varias jornadas de lucha, en lugar de lo previsto que había sido una ocupación
por sorpresa con el menor número de víctimas.
Dos días después del inicio de la
revolución, finalmente, las columnas de mineros entrarían victoriosas en
Oviedo, aunque rápidamente, durante la madrugada del día 7 de octubre las
fuerzas gubernamentales comenzarían la batalla, ya dentro de la ciudad. Los
revolucionarios ocuparon la estación de ferrocarril, la fábrica de explosivos
La Majoya y el Depósito de máquinas y la nave de los talleres., sin embargo,
las fuerzas gubernamentales actuaron fielmente y se mantuvieron en sus puestos,
defendiendo sus posiciones y dispuestos a hacer frente a los revolucionarios,
en el caso de los soldados de reemplazo, parece ser que se encontraba muy
próxima la fecha de licencia. La batalla se extendió por toda la ciudad con
algunos incidentes de persecución y asesinato de religiosos, aunque no fuese
esa la tónica general como por otra parte se hiciera ver desde posiciones
conservadoras, graves problemas de orden público, pillaje, etc. Que dieron
lugar a que el Comité Revolucionario tomara cartas en el asunto y declarará que
cualquiera que fuese sorprendido cometiendo este tipo de delitos sería juzgado
y condenado a la pena mayor. En este aspecto, el comportamiento de los
revolucionarios en toda la cuenca minera habría sido ejemplar a juzgar no sólo
por los datos objetivos sino por declaraciones de los propios detenidos. Como
curiosidad, con respecto a lo comentado sobre los religiosos, el episodio de la
catedral de Oviedo, donde se alojaron parte de las tropas leales, fue elegido
como punto estratégico para disparar al enemigo desde su torre, ocasionando
así, graves daños en el edifico.
Uno de los objetivos más importantes, dado
el fracaso del Turquesa y otras formas de aprovisionamiento de armas durante el
periodo de preparación de la revolución, era la ocupación de la Fábrica de
Armas que curiosamente fue abandonada por sus defensores sin plantear batalla y
que daría a los revolucionarios buena cantidad de armas, especialmente fusiles,
aunque a su vez se cometiera el grave error de no ocupar la fábrica de
explosivos cercana de Santa Bárbara, lo que provocaría una escasez de munición
que restaría eficacia a la revolución.
Para entonces, el gobierno de la
república, a la vez que había ordenado el desplazamiento de regulares y
legionarios hacia Asturias, llenaba de octavillas la ciudad para minar la moral
de los revolucionarios, diciendo que la revolución había sido ya controlada en
el resto de España y que se encontraban solos ante las fuerzas gubernamentales.
Al mismo tiempo llegaban a la ciudad,
procedentes de Lugo una columna militar dispuesta a dar batalla y así mismo,
sin desfallecer, se decidió continuar con la revolución, conociendo los
resultados del resto de España e incluso ya dentro de Asturias, en la ciudad de
Gijón que había sido un desastre de revolución ya que había sido llevada a cabo
sin armas y sin un mínimo de cohesión ni ocupación de los principales edificios
de poder. Al tiempo que partían de esta ciudad costera hacia Oviedo las tropas
de regulares y la Legión, el día 11 de octubre, los revolucionarios tenían
completamente controlada la ciudad y los únicos objetivos que les quedaban por
conseguir eran la citada torre de la catedral que en principio no quisieron
dañar, el cuartel de infantería y el de la Guardia de Asalto que por otra parte
tenían sitiados y controlados.
Mientras las tropas de León habían sido
neutralizadas en el Puerto de Pajares desde el día 5 de octubre, el día 7
desembarcaban las temidas tropas de regulares y la Legión al mando de Franco y
de Yagüe en Gijón donde no tardarían en dominar la situación, aunque en esta
plaza todavía durase la huelga hasta el día 16, pero ya abrían tiendas y cafés
sin grandes problemas. Inmediatamente tomaron dirección hacia la capital desde
el norte. A estas tropas se unían por el este, a través de Santander, otra
columna procedente de Bilbao, lo que completaba la operación militar
gubernamental desde los cuatro puntos cardinales. El día 11 el Comité
Revolucionario ordenó la retirada y se disolvió, aunque los trabajadores no
estaban de acuerdo con esta decisión y formaron otro Comité y decidieron
continuar la lucha, aún sabiendo que estaban rodeados y sin posibilidad alguna
de éxito. Los días 13 y 14 fueron de verdadera tragedia, actuando las tropas
regulares con total impunidad, cometiendo todo tipo de tropelías, pillaje,
violaciones, etc, a la vez que Yagüe ordenaba fusilamientos en masa sin ningún
tipo de juicio o derecho a la defensa como ocurriría más tarde durante la
Guerra Civil.
Al ser ocupada la capital el día 13 de
octubre, los revolucionarios se refugiaron en la cuenca minera donde estaban
dispuestos a seguir con la resistencia armada, aunque con la ruptura del frente
sur y la llegada a Mieres del general Ochoa, se decidió negociar la paz y
entregar a éste las armas, hecho que enfureció a Gil Robles, partidario, al
igual que Francisco Frando, director de las operaciones militares y a Yagüe,
ejecutor de las mismas. De esta forma se ponía fin a la revolución de Asturias
de 1934 con un balance de represión brutal en el que las tropas de África
sembraron el pánico no sólo entre los combatientes hechos prisioneros a los que
el mando militar fusilaba sin juicio previo, sino la población civil que no
había participado en la revolución que también fue víctima de estos crímenes,
robos, violaciones, etc. Que eran alentados por sus mandos militares. De esta
manera, fueron entre 1000, aproximaciones muy a la baja y 3000 muertos en la
revolución, siendo especialmente dura con los trabajadores. Del lado de las
fuerzas gubernamentales el número de bajas estaría en torno a los 300 muertos,
habiendo también una treintena de religiosos asesinados mientras que el resto
serían trabajadores, en su mayoría, una vez que llegaron las columnas de
regulares y legionarios. Las muertes de los miembros de las fuerzas
gubernamentales son perfectamente conocidos, siendo publicados con nombres y
apellidos en el diario ABC, el jueves 25 de octubre de 1934.
Según Pío Moa, la oportunidad que tuvo Gil
Robles de haber tomado represalias a nivel político contra la república y haber
llevado a cabo los temores de la izquierda de acabar con la Constitución y con
el régimen republicano en general se habrían disipado. Sin embargo, parece que Gil
Robles, según informa Pedro Carlos González Cuevas, sí que había barajado esta
posibilidad según el mismo cuenta en sus memorias y tuvo en su mano llevar a
cabo un golpe de estado, pero la CEDA y los católicos no eran un partido
fascista, su modelo político ideal era el Portugal salazarista. A diferencia de
los monárquicos que ya habían llevado a cabo un golpe militar en agosto de 1932
y habían conspirado abiertamente tanto en el interior como en el exterior, los
católicos tomaron una determinación mucho más racional y sobre todo pacífica
que fue la de llevar a cabo una contrarrevolución pero manteniendo la legalidad
republicana.
La represión iba a ser también brutal,
como había sido la ocupación de Gijón y Oviedo por parte de las tropas de Yagüe.
Todos los partidos de la derecha pedían en el Parlamento venganza, que no
justicia. Se pedía la pena de muerte para todos los organizadores de la
revolución a la vez que se homenajeaba a Yagüe y se recriminaba al general
Ochoa haber negociado con los revolucionarios en lugar de haberlos exterminado.
El ministro de Guerra había ordenado a
Franco durante el levantamiento asturiano que se extremara la violencia contra
los izquierdistas y la misma tónica general iba a ocurrir tras sofocar la
insurrección. Resultaron presos entre 15.000 y 30.000 personas en toda España, sin
contar con los que cruzaron la frontera francesa. Las cifras no pueden ser más
detalladas dado el carácter secreto con el que se desarrolló la persecución de
los implicados, siendo las regiones más castigadas, Asturias, Cataluña y País
Vasco y con el agravante no sólo de los encarcelamientos masivos de
trabajadores sino de los malos tratos recibidos, característica de la marca
policial española. Los dirigentes asturianos que no fueron hechos prisioneros
huyeron en todas direcciones y los centros obreros y casas de los
revolucionarios fueron asaltados y destruidos.
La derecha se vería triunfante e impondría
sus criterios políticos, llevando a cabo la entrada de la CEDA en el gobierno y
aplicando sin ningún tipo de cortapisa las políticas derechistas. La actitud
revanchista de esta derecha, no sería el comienzo de la Guerra Civil como
defiende la propaganda franquista y el “revisionismo” sino que estaría plagada
de enfrentamientos entre los republicanos y los cedistas. Se llegó a abrir un
proceso contra Azaña que nada había tenido que ver con la organización y ejecución
de la revolución así como a los principales dirigentes socialistas implicados
en la revolución, Largo Caballero e Indalecio Prieto, siendo condenados de
organizador y jefe de la revolución el primero y siendo absuelto en noviembre
de 1935 por el Tribunal Supremo y de rebelión militar a Prieto. Así mismo fue
condenado el Presidente de la Generalitat Lluys Companys por rebelión militar a
30 años de prisión conmutados por la pena de muerte y que finalmente se
aprovecharía de la amnistía general que llevó a cabo el Frente Popular a todos
los presos políticos de las huelgas del campo y la Revolución de Asturias.
En cualquier caso, la revolución de
Asturias no puede considerarse ni es considerada por los investigadores el
inicio de la Guerra Civil española aunque la consecuencia principal fuese la
separación definitiva entre izquierda y derecha, eso sí, no sólo existirían
esas dos vías, en España en ese momento también existían los reformistas,
aunque evidentemente según los posteriores acontecimientos no fueron sus ideas
las que triunfaron sino las de los radicales de izquierda y de derecha.
7.- DEBATE Y REVISIONISMO.
El revisionismo histórico debe
ser tarea de todo investigador, sin embargo, la connotación negativa de esta
acepción viene determinada por el hecho de iniciar una investigación partiendo
de los resultados que se pretende obtener y a los que se quiere dar gran
amplitud propagandística con el objetivo de influir en la política actual. Es
el caso del libro publicado en 1999 por Pío Moa, “Los orígenes de la Guerra
Civil española” en el que de una forma un tanto pretenciosa se afirma: “este libro afirma que la insurrección de
octubre de 1934, constituye rigurosamente el comienzo de la guerra española…”,
sin atender a los acontecimientos posteriores, la continuación del gobierno…..al
punto de no comenzar la Guerra Civil española hasta casi dos años después de
estos sucesos y sin analizar las causas reales que llevarán a la preparación
del golpe militar de julio de 1936. La crítica que ha generado Moa dentro del
mundo académico ha sido feroz y sólo comparable y aún se queda corta, con
respecto a su implacable y a la vez subjetiva obra en general. Los
investigadores que más han influido en el desenmascaramiento de Moa y toda su
obra han sido Reig Tapias y Espinosa que incluso han llegado a publicar libros
desmontando las tesis de Pío Moa.
En la misma línea y a propósito
de éste, Stanley. G Payne ha mostrado su apoyo incondicional a Pío Moa entrando
en una dinámica de crítica constante al PSOE y a la izquierda en general,
haciendo una campaña destructiva del periodo republicano en general en el que
se vislumbra la intencionalidad política actual a propósito de una historia
manipulada. Payne había sido un hispanista, que como todos los anglosajones que
se acercaron al estudio de la etapa republicana y el posterior franquismo había
condenado vehementemente el franquismo en sus obras. El cambio producido desde
la primera década del siglo XXI parece coincidir con un cambio de orientaciones
políticas personales en Payne.
Es un hecho probado el de la
organización de la revolución por parte de UGT y el PSOE, lo que no es un hecho
objetivo es que fuera el comienzo de la Guerra Civil, es más, desde la
izquierda por parte anarquista y por la derecha, especialmente por monárquicos,
se habían producido intentos revolucionarios como el de Sanjurjo en agosto de
1932, etc. Sin ir más lejos, durante el mismo año 1934, el día 31 de marzo,
Antonio Goicoechea, dirigente monárquico en las Cortes, se reunió con Mussolini
el que prometió a los monárquicos españoles un millón y medio de pesetas,
20.000 fusiles, 200 ametralladoras y 20.000 granadas, para el alzamiento
monárquico, mientras que a su vez, los carlistas se instruían militarmente,
compraban armas y llevaban a cabo una campaña de propaganda.
8.- BIBLIOGRAFÍA
- Avilés, Juan (2008): Los
socialistas y la insurrección de octubre de 1934. En Avilés, J., coord.,
“Violencia política en España, 1875-1936”. Espacio, Tiempo y Forma, serie 5, n.
20. 30 pp.
- Fuentes, J.F., Largo
Caballero. El Lenin español. Síntesis, Madrid (2005).
-Gil Robles, J.M. No fue posible la paz. Ariel, Barcelona
(1968)
- Juliá, S. Los socialistas y la revolución
- Largo Caballero, F., Mis recuerdos (cartas a un amigo)
Ediciones Unidas, S.A. México DF 1976. (pág. 77-85).
- Moa, P., Los orígenes de la Guerra Civil española Madrid, 1999. Encuentro.
- Ruiz, D., Octubre de 1934: Revolución en la República española Editorial
Síntesis 2008.
- Thomas, Hugh, La Guerra Civil Española. Grijalbo Mondadari, (vol. I pág. 148-181)
Barcelona (1976).
- Tusell, J., Manual de Historia de España Historia
16, Madrid, 1994.
ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS:
-
Diario “El Debate, martes 17 de octubre
de 1934.
-
Diario ”El Socialista” 20 de enero de 1888.
-
Diario ABC, jueves 25 de octubre de 1934.
RECURSOS DIGITALES:
-
González Cuevas, P. C., ¿Revisionismo histórico en España? On-line, “El Cabopletas” nº 82,
pag. 14, diciembre de 2008.
c Autor: José Luis Romero Carretero.
Nadie discute a Pío Moa. Los intelectuales de Izquierdas en España son un régimen, el mismo que impone la Ley de la vergonzosa y totalitaria Memoria histórica, y esto no lo digo yo, sino el periodista Gregorio Morán, poco sospechoso de ser pepero o de Derechas, sino antes bien, todo lo contrario, un comunista como Pío Moa. Pero claro, los disidentes deben ser desfalificados y condemados al ostracismo, verdad? Las mentiras tienen las patas muy cortas.
ResponderEliminarNadie discute a Pío Moa porque no es licenciado en Historia ni ha presentado jamás un trabajo de investigación dentro del ámbito universitario y académico. Es simplemente un elemento propagandístico del neofranquismo, nacido en el entorno aznarista y con el objetivo de la difusión de esa ideología.
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