5. Derecha franquista. II: Inmovilistas,
aperturistas y reformistas (1967-1976).
Derecha democrática,
europeísmo, nacionalismo y neofascismo en Europa.
Con la muerte del dictador, la escisión de la derecha no se
haría esperar. En realidad, no había existido nunca en España una derecha
democrática, pero ahora, existía una tendencia por parte de algunos miembros de
ésta por conseguir la libertad, democracia y la aceptación internacional dentro
del marco occidental.
Con Adolfo Suárez aparece por primera vez en nuestro país
una derecha democrática con verdadero espíritu liberal.
Lo cierto es que carecía de principios ideológicos el partido
en el que se insertó, de tal forma que convivían dentro de la UCD,
democristianos y liberales con socialdemócratas.
El tardofranquismo:
inmovilistas, aperturistas y evolucionistas.
Existían tres tendencias claras dentro de la derecha
española durante el tardofranquismo y la Transición, mientras que Fraga
desarrollaba su “teoría del centro”.
Por un lado estaban los inmovilistas que pretendían que todo
siguiera igual con la muerte del dictador, en este grupo estaban FET de las
JONS y demás secciones del falangismo y más tarde se organizarían en Fuerza
Nueva todos los que pretendían un continuismo político basado en los principios
fundamentales del franquismo.
Los partidarios de una tímida apertura o una evolución lenta
desde las Leyes Fundamentales se organizaron en asociaciones políticas que
luego constituirían partidos políticos y que se unirían finalmente para crear
Alianza Popular.
Por último, estaban los rupturistas, personalizados en el
partido del gobierno, la UCD de Suárez y que tenían como objetivo la
consecución de un régimen democrático de corte occidental para España y que a
la postre, serán quienes tuvieran más éxito, superando la presión del
“franquismo sociológico” y sobre todo del “ruido de sables” que amenazaba desde
los cuarteles. Esta dirección fue elegida, principalmente por la presión
internacional que obligaría al monarca y al gobierno hacia el rupturismo
político con la dictadura y la creación de una Constitución democrática y un
régimen que garantizase la libertad, el liberalismo y la democracia pero
siempre dirigido desde el gobierno y aceptando las prerrogativas de los
generales.
La etapa Carrero
Blanco.
Carrero Blanco Llegó a la vicepresidencia del gobierno en
1969 tras el estallido del escándalo de corrupción que salpicó a parte del
gobierno, el caso “Matesa” y con él llegó un nuevo gobierno de tecnócratas.
Este nuevo gobierno tuvo que enfrentarse a la creciente
conflictividad social, alterrorismo de ETA y al distanciamiento de buena parte
de la Iglesia Católica.
Era un hombre de carácter tradicionalista e integrista que
no creía en la necesidad de llevar a cabo cambios dentro de la política
española y defensor del Movimiento Nacional y las Leyes Fundamentales del
franquismo.
Fue designado por Franco como presidente del gobierno en
junio de 1973 con el objeto de continuar la obra del régimen. Sin embargo,
sería asesinado por ETA el 20 de diciembre del mismo 1973, truncándose así los
planes de continuidad del franquismo.
Las asociaciones
políticas.
Los primeros grupos políticos que aparecieron desde dentro
del sistema lo harían ya en los años cincuenta. En realidad, eran grupos de
notables sin conexión con la sociedad, así aparecería en 1956 Unión democrática
Cristiana y en 1957, Unión Española.
Sin embargo, no sería hasta 1977 cuando se creará la “Ley de
Asociaciones Políticas”, con esa denominación para no dar la impresión de
multipartidismo y no irritar a los sectores más marcadamente conservadores.
Así aparecieron los grupos de notables pertenecientes a la
derecha franquista que finalmente dieron origen al Partido Popular. Estos
grupos estaban enfrentados entres sí, pero tenían en común la defensa de un
cambio progresivo que no constituyese la ruptura con las Leyes Fundamentales
del franquismo. Estos grupos eran, Unión Social Popular, Unión del Pueblo
Español, Unión Nacional Española, Democracia Social, etc.
Aparte de esos grupos que formaron Alianza Popular, también
estaba el Partido Popular de Areilza, más tendente al aperturismo y Fuerza
Nueva que pretendía mantener intacto el edificio franquista.
6. La derecha
antifranquista (1939-1976).
El falangismo
disidente y el Neofascismo.
Aunque Ricardo de la Cierva llegara a decir a finales de
1977 que el fascismo empezaba en ese momento en España, lo cierto es que aunque
sus círculos promovieron la lucha en la calle y las manifestaciones o las
concentraciones en la Plaza de Oriente para conmemorar el 20-N, lo cierto es
que no contaban con unas bases en las que asentarse.
Su vinculación absoluta con el pasado reciente y la agresividad
de sus activistas hicieron muy difícil la aceptación de la sociedad.
Fue un momento crítico en el que los simpatizantes no sólo
falangistas sino toda la extrema derecha, tuvieron que acabar integrándose
dentro de Alianza Popular mientras que sus dirigentes, desde Fuerza Nueva,
FE-JONS, Agrupación de Juventudes Tradicionalistas y Coalición Nacional, no
llegaron a un pacto con los sectores de AP que rechazaron la Constitución y
craron Derecha Democrática Española.
En resumidas cuentas, el fascismo en España perdió su
oportunidad y al margen de grupos minúsculos que surgen y desaparecen, la
mayoría de sus miembros se insertan en Alianza Popular, hecho este, que se le imputa
como éxito a Manuel Fraga.
El círculo falangista propiamente dicho aparecía muy
fragmentado, por un lado, los Círculos Doctrinales de José Antonio, dirigido
por Diego Márquez Horrillo, Falange Española Independiente de Sigfredo Hillers
de Luque, Falange Española de Raimundo Fernández Cuesta y FE-JONS.
Su unidad fue imposible y hubo duros enfrentamientos entre
las distintas facciones durante el XLIII aniversario de la fundación de Falange
en el Palacio de Congresos de Madrid.
El conservadurismo
juanista.
Alfonso XIII, el rey en el exilio, enfermo y próximo a su
muerte, abdicó a favor de su hijo Juan el 15 de enero de 1941.
Según todos los autores, Juan estuvo rodeado de malos
consejeros todas su vida. En estos primeros momentos había luchado en el bando
de los sublevados contra la democracia republicana y se refirió a la Guerra
Civil Española como “Gran Cruzada Nacional”.
Su visión de la monarquía no era constitucional sino
tradicional y la concebía como la continuación del Movimiento Nacional.
Sin embargo, en su afán de conseguir el poder del Estado, a
la altura de abril de 1942, comenzaron las primeras conspiraciones monárquicas
que el dictador no tardaría en desmontar. Un año después ocho tenientes
generales firmaron una carta para restaurar la monarquía.
Una vez conocida la evolución de la II Guerra Mundial, Juan
comenzó su viraje hacia posturas aliadófilas, viendo en ello una postura
favorable para su causa.
Sería en marzo de 1945 cuando denunciase públicamente el
régimen de Franco en el Manifiesto de Lausana, lo que causaría un efecto de
animadversión en el dictador que decidió, si no lo tenía decidido ya, que Juan
nunca sería rey de España.
En 1946, Juan se trasladaría a Estoril con un nutrido grupo
de consejeros y se hicieron públicas las Bases Institucionales de la Monarquía
Española para perfilar el futuro estado monárquico de carácter conservador,
tradicionalista y antiliberal y como esencias “inalterables” de la nación, el
catolicismo y la monarquía. El rey debía reinar aconsejado por el Consejo del
Reino como institución consultiva y con una sola cámara deliberativa.
En 1947 se aprobó la Ley de Sucesión, señalando Juan su
disconformidad con el régimen de Franco. Aún así, se entrevistó con el dictador
en el yate “Azor” permitiendo que su hijo Juan Carlos recibiese formación en
España marcada por el régimen.
Aunque Juan criticase el régimen franquista, su idea de
monarquía era tradicional y autoritaria y a él se unieron sectores del carlismo
que se encontraba en descomposición.
La democracia
cristiana.
La democracia cristiana sería absolutamente minoritaria en
España durante el franquismo, como lo había sido anteriormente. Formaría parte
de la oposición conservadora al franquismo, aunque nunca pasarían de ser grupos
de notables sin conexión con la sociedad con lo que la dictadura no tendría que
preocuparse demasiado por ellos.
Gil Robles y otros monárquicos liberales continuaron sus
actividades antifranquistas sin ningún tipo de éxito.
En octubre de 1956 surgían los primeros grupos organizados
de la democracia cristiana: Unión Demócrata Cristiana, presidida por Giménez
Fernández que cambiaría su nombre por el de Izquierda Demócrata cristiana
porque Gil robles, el líder de la CEDA le robaría el nombre. En esos mismos
momentos aparecía Democracia Social Cristiana, cuyo Secretario General era
Álvarez Miranda.
De forma paralela, Ruiz Giménez fundó la revista “Cuadernos
para el diálogo” y más tarde crearía también su propio grupo
demócrata-cristiano.
Su participación en el “Contubernio de Munich” en junio de
1962 les costaría el desprecio del régimen franquista y una campaña muy crítica
por parte de la prensa del Movimiento, además de la persecución política y las
deportaciones a Canarias de algunos de sus miembros. De todas formas, su
existencia no preocupó jamás a la dictadura franquista ya que consideraban con
acierto, que de la misma forma que había más monárquicos colaborando con
Franco, lo mismo sucedía con los demócratas-cristianos que estaban perfectamente
integrados en el régimen y su número era escaso.
7. Segunda transición
de la derecha (1976-1982).
Grecia y Portugal
como modelos.
Durante este periodo de inestabilidad del régimen, después
del asesinato del presidente del gobierno, Carrero Blanco en 1973, en abril del
1974 estalla la “revolución de los claveles” en Portugal contra la dictadura
salazarista impuesta en ese país vecino desde 1926 y que tan buena relación
mantuviera con la dictadura franquista.
Se trató de una revuelta militar protagonizada por jóvenes
oficiales que en el transcurso de unas horas tomaron los centros neurálgicos
del país sin encontrar resistencia. En realidad, este modelo era impensable en
España donde las fuerzas armadas habían sido protagonistas del alzamiento del
36 y parte importante durante la dictadura. Los militares no afectos al régimen
eran una minoría sin capacidad de imaginar algo parecido en nuestro país.
El caso de Grecia tampoco tenía similitud con el español, la
dictadura griega sería impuesta como un episodio más de la Guerra Fría y el
conflicto entre la URSS y EEUU en 1967 con el golpe de estado de los coroneles
que sin embargo y tras una persecución de los políticos de izquierda e incluso
liberales, no llevó a cabo una purga importante como ocurriera durante la
Guerra Civil Española y la posguerra con lo que en 1974 pudo darse el cambio
que ya había sido previamente intentado con la rebelión de la marina en 1973 o
las revueltas estudiantiles en Atenas en el mismo año.
Asociacionismo y
reforma política: de Arias a Suárez.
El nuevo presidente, Carlos Arias Navarro llegó a la
presidencia tras la muerte de Carrero Blanco en junio de 1973. Su gobierno
integró nuevas caras, figuras de segunda fila dentro del franquismo y algunos
aperturistas como Pío Cabanillas, así fue como se ganó la desconfianza de buena
parte de los políticos del régimen, especialmente los continuistas. Sería
duramente criticado por los políticos más afines a la dictadura, Fernández de
la Mora escribió un artículo durísimo en el que le comparaba con “el error
Berenguer” en 1930, previo a la instauración de la II República. Durante los
dos primeros años de presidencia dio signos de esperanza aperturista, plasmado
en lo que vino en llamarse “espíritu del 12 de febrero”.
Arias Navarro, que había participado activamente en la
represión franquista en Málaga cambio pronto su diálogo aperturista y se llevó
a cabo la ejecución de Salvador Puig Antich y especialmente después del
atentado de ETA en la cafetería Rolando en septiembre de 1974.
Con la muerte del dictador y el inicio del reinado de Juan
Carlos I presentó su dimisión, en un principio aceptada, pero siendo
reconsiderada por consejo de Torcuato Fernández Miranda y confirmado nuevamente
como presidente del gobierno por el rey.
Se mostro continuista y defensor del Movimiento Nacional no
estando a la altura de los acontecimientos que ocurrían en España en esos
momentos y siendo sobrepasado por políticos como Fraga y Areilza que planteaban
un tímido reformismo al cual Arias se oponía frontalmente. Se mantendría en el
cargo a pesar de todo hasta que presentó su dimisión el 1 de julio de 1976,
ocho meses después del inicio de la monarquía.
Este segundo mandato sería especialmente duro y conflictivo,
es el responsable de los sucesos de Vitoria en los que la policía armada había
recibido órdenes de disparar a matar a los huelguistas que estaban en el
interior de una iglesia. A la salida de éstos, se asesinó a cinco obreros y
hubo cientos de heridos. También tuvieron lugar durante un acto festivo los
sucesos de Montejurra, protagonizados por sectores enfrentados del carlismo con
resultado de dos muertos y varios heridos.
La creación de la
Alianza Popular.
Tras la muerte de Franco las distintas derechas que
conformaban el régimen se escindieron en un amplio amasijo de grupos y
personalidades cuyo pensamiento iba desde la reforma progresiva hasta una
minoría que creía en la ruptura y lo que a mi juicio llegó a implantarse con el
tiempo, que fue ni más ni menos que la reinvención de unas derechas
democráticas y liberales que en un primer momento no tenían apenas seguidores
ni tampoco un pasado reciente en el que mirarse ya que habían aprovechado la
dictadura para imponer sus ideas y prevalecer dentro de los círculos del poder.
En octubre de 1976 nacía Alianza Popular con el objetivo de
reunir a todos los grupos herederos de la derecha franquista en una coalición,
más que de partidos, de grupos de notables cuyos jefes no estaban bien avenidos
entre sí y estaban dirigidos por su creador, Manuel Fraga.
Todos esos grupos pretendían una reforma limitada, no eran
en absoluto rupturistas, sino todo lo contrario, pretendían dar continuidad a
las instituciones franquistas evolucionando políticamente lo menos posible.
Su ideario detallaba su adscripción al catolicismo, la
Patria y la Monarquía, así como la defensa de las Leyes Fundamentales. Eran
contrarios a la legalización del PCE, defensores del libre mercado y en
principio, contrarios a la Constitución.
En las elecciones de junio de 1977, Alianza Popular vio
frustradas sus aspiraciones como partido continuista del franquismo sociológico
y fue superada ampliamente por la UCD de Suárez y por el PSOE de Felipe
González, quedando a una distancia bastante menor del PCE.
Finalmente, Alianza Popular, optó por dar legitimidad a la
Constitución de 1978 pese a su carácter rupturista con el que no estaban en
absoluto de acuerdo, pero intentando siempre maquillar sus actuaciones
intentando distanciarse de las posiciones más radicales de la ultraderecha. Aún
así, Fraga se ausentó de varias sesiones mientras se redactaba el texto
constitucional y en cuanto a las votaciones, siete diputados de AP votaron a
favor, mientras que otros cinco lo hicieron en contra, poniendo de manifiesto
la división interna y el poco entusiasmo que despertaba en el partido el
carácter rupturista de la Constitución de 1978 con respecto al régimen
franquista.
Desde diciembre de 1979 cuando se celebra el III Congreso
Nacional, se va a definir al partido como liberal y conservador, con
pretensiones de llegar a ser un partido de masas con posibilidad de ganar unas
elecciones democráticas, tras aceptar también este último término.
La Unión de Centro Democrático.
En realidad, la UCD, nunca fue un partido político
coherente. En principio, Suárez, que ya era presidente del Gobierno, impuesto
por el rey, tomó como suyo un partido ecléctico, ya constituido, como era el
Partido Popular, creado por Areilza que a su vez se vio forzado a dimitir ante
el nuevo liderazgo de Suárez.
El Partido Popular era un partido formado por grupos muy
distintos entre sí, como eran los liberales, democristianos y los
socialdemócratas. Adolfo Suárez cambió el nombre por el de UCD.
El nuevo partido contó con el apoyo de algunos intelectuales
como el historiador Javier Tusell y de parte de la jerarquía católica más
progresista, como el cardenal Tarancón. De todos modos, fue un partido sin una
ideología predeterminada y muy difícil de manejar ya que los grupos que lo
formaban eran muy variados ideológicamente.
En 1977 se celebran las primeras elecciones democráticas
llevadas a cabo en España desde 1936 en las que el claro vencedor va a ser
Adolfo Suárez y su UCD con un programa centrista que tenía partes de cada uno
de los grupos que lo formaban y sobre todo, se vio beneficiado por su dominio
de los medios de comunicación, su buena imagen como presidente del Gobierno,
abierto y dialogante y por el miedo que aún tenía la sociedad a un cambio
drástico hacia la izquierda por un posible golpe de estado protagonizado por el
ejército franquista que sin embargo se mantuvo fiel al heredero, el rey Juan
Carlos I.
Nacionalismos y
regionalismos.
Los nacionalismos vasco y catalán habían sido duramente
reprimidos durante la dictadura y ahora iban a resurgir con fuerza, incluso
asimilándose a la izquierda que no tenían porque ser, de hecho el PNV o CIU
forman parte de la derecha. Lo que había ocurrido era que todo lo asimilado a
lo español se identificaba con el régimen franquista y por lo tanto a la
derecha.
El conservadurismo del PNV es manifiesto e incluso más
marcado que el español, las tesis de Sabino Arana siguen sin cuestionarse y
dentro del partido conviven las tendencias históricas conservadora y
tradicionalista con la liberal. Sus teorías siguen defendiendo la identidad del
pueblo vasco, su superioridad y su independencia frente al liberalismo y
centralismo español heredados de Francia.
Por otra parte, el terrorismo de ETA vino manifestándose
durante todo el periodo desde 1968, teniendo como principal enemigo a los
militares, guardias civiles, policías, etc.
El caso catalán fue algo distinto, siendo CIU el principal
valedor de la causa nacionalista. Su ideario es bastante distinto, siendo
conservador, democristiano y liberal. El líder de mayor transcendencia ha sido
Jordi Pujol y su política se ha basado en el pragmatismo. La ambigüedad había
sido una de sus señas de identidad unas veces defendiendo la autonomía e
incluso en ocasiones la autodeterminación, aunque nunca como en la actualidad.
Su actuación a lo largo del tiempo había sido pragmática como había dicho, en
la actualidad con Artur Mas se está pidiendo un referéndum para decidir sobre
la independencia de Cataluña.
Los nacionalismos periféricos consiguieron ese ambiente
progresista de la transición uno de los triunfos más destacados, como era la
inclusión dentro de la Constitución del término “nacionalidades”. Aún así, las
negociaciones sobre sus estatutos de autonomía fueron muy duras, siendo más
rápido y sencillo en Cataluña y algo más complicado en el País Vasco donde el
Estatuto de Guernica concedió a los vascos el mayor grado de autogobierno de su
historia, la creación de un Gobierno y un Parlamento propios y la transferencia
de competencias en sanidad, educación, transportes, etc. Aún así los
nacionalistas vascos se abstuvieron en la votación por la Constitución del 78,
no así los nacionalistas catalanes que dieron su voto afirmativo, comenzando
una hegemonía política en Cataluña durante décadas, sólo cuestionada en la
actualidad.
La extrema derecha.
Fraga había fundado en 1976 Alianza Popular con el objetivo
de integrar en el partido a todas las derechas provenientes del franquismo. En
realidad, el cambio político cogió por sorpresa a las derechas españolas que
como ya he dicho se fragmentaron en grupos, también la extrema derecha,
siguiendo las distintas tradiciones, Falange Española, Falange Española de las
JONS, etc., pero el grupo más fuerte va a ser el fundado por Blas Piñar en 1976
y que aglutinaría a las distintas falanges.
El ideario, como el de la dictadura franquista, era bastante
simple, continuar en el inmovilismo político y respeto a los principios
surgidos del alzamiento contra la II República así como la implantación de una
nueva dictadura. Se trataría de una mezcla de catolicismo integrista,
falangismo y tradicionalismo.
Los comienzos del partido fueron duros y no conseguían tener
una militancia, sin embargo, a partir de 1978 comenzó a tener una cierta
expansión y crecimiento de militancia, sobre todo, por la frustración causada
en los votantes de la derecha por parte de Alianza Popular.
Sin embargo, la extrema derecha en España no supo
transformarse, tal y como ocurriría con Jean Marie Le Pen en Francia.
El partido había tomado su nombre “Fuerza Nueva”, de una
asociación cultural y una revista fundadas en 1966 para aglutinar finalmente,
como partido a todas las fuerzas de extrema derecha. Se dotó también al partido
de un sindicato, Fuerza Nacional del Trabajo y de un periódico, El Alcázar.
Fuerza Nueva fue contraria al cambio producido durante la
Transición y no iban a dudar en la aplicación de la violencia.
Las elecciones de 1977.
Fueron las primeras elecciones democráticas en España desde
febrero de 1936.
Previamente había sido sometida a referéndum, en septiembre
de 1976 la Ley de Reforma Política, siendo aprobada gracias al apoyo de Adolfo
Suárez, obteniendo un 95% de los votos favorable.
Con respecto al PSOE, no hubo demasiados problemas para que
fuera aceptado en el juego político, de hecho su actividad como oposición había
sido nula hasta los años setenta, teniendo ahora gran protagonismo en las
negociaciones con Suárez.
Sin embargo, la legalización del PCE será más problemática,
aunque desde el gobierno sabían perfectamente que sin su aceptación no serían
reconocidos internacionalmente como una democracia de corte occidental. Los
terribles atentados de Atocha de enero de 1977 en el que un grupo de
ultraderecha asesinó a tiros en un bufete de abogados a cinco personas e hirió
a otras cuatro, favoreció las negociaciones con el PCE para finalmente ser
legalizado el partido durante la Semana Santa. Suárez se ganó la animadversión
de las fuerzas armadas y de los herederos del Movimiento Nacional.
De esta manera, sólo faltaba que el presidente del gobierno
tuviese un partido político para poderse presentar a las elecciones. Así fue
como Suárez entró en el proyecto que unía liberales, democristianos y
socialdemócratas en un partido creado por areilza, llamado, Partido Popular.
Este último dimitiría a la llegada de Adolfo Suárez y la nueva denominación del
partido sería Unión de Centro Democrático (UCD).
En realidad la UCD nunca fue un auténtico partido político
sino una agrupación de pequeños grupos, además difícil de compaginar.
El 15 de junio de 1977 serían celebradas las elecciones
generales donde triunfo la UCD aunque no logró mayoría absoluta. El partido
respaldado por el rey y por los reformistas obtendría 6.310.391, siendo la fuerza más votada, seguida por el PSOE
que obtuvo 5.371.866, el PCE 1.709.890 y Alianza Popular con un decepcionante
cuarto puesto con 1.504.771 y 16 diputados.
Las críticas hacía UCD vendrían desde todos los sectores
aunque a partir de ahora el proyecto continuista de AP no podía desarrollarse y
tuvieron que aceptar, aunque de mala gana y sin más remedio la colaboración
para la elaboración de una constitución que sustituyera a las Leyes
Fundamentales.
Los conservadores en la etapa de las Cortes
Constituyentes. Las elecciones de 1979.
En septiembre de 1977 una vez pasadas las elecciones hubo de
llegarse a un acuerdo dada la conflictividad social y el periodo de crisis
vivido. De esta forma se llegó a los “Pactos de la Moncloa” en los que
sindicatos y partidos de izquierda pactaron el estancamiento de los salarios en
beneficio de un incipiente “estado de bienestar” y de una reforma económica y
fiscal.
Entre los conservadores se escindieron varios sectores,
desde los defensores a ultranza del Movimiento Nacional, representados por los
distintos grupos de falange y Fuerza Nueva, pasando por los continuistas
representados por Alianza Popular partidarios de llevar a cabo cambios progresivos
pero sin salirse del marco de las Leyes Fundamentales del franquismo, hasta los
rupturistas, una parte de la derecha que se avergüenza de su pasado reciente o
como son acusados por el resto de la derecha que simplemente toman nuevas
posiciones dentro de la nueva situación política española.
Los primeros, sencillamente se opusieron al proyecto
democrático, incluso ejerciendo la violencia física, siendo los últimos junto
con el PSOE los encargados de llevar a cabo la mayor parte del proyecto
constitucional.
El caso de Alianza Popular fue mucho más complejo,
tratándose de una agrupación de partidos con líderes distintos, todos ellos
procedentes de la primera línea política del franquismo. Cinco de ellos habían
sido ministros de Franco, Licinio de la Fuente, Fernández de la Mora, Silva Muñoz,
López Rodó y Manuel Fraga.
La Constitución de diciembre de 1978 rompió definitivamente
con el régimen franquista pasando a ser una democracia, conducida y dirigida
por el poder desde su nacimiento, obligada a asumir ciertas prerrogativas a las
que la derecha continuista y también rupturista se negaban a cuestionar, como
era la forma de gobierno que debía existir, la monarquía.
Dentro de AP, sus líderes se encontraban enfrentados siendo
muy críticos con el camino que tomaban las negociaciones sobre la nueva
Constitución. Fraga llegó a ausentarse de varias sesiones.
Finalmente, Fraga junto a otros siete diputados de AP
votaron favorablemente a la Constitución, tres de ellos se abstendrían y otros
cinco votaron en contra. Poco después abandonarían AP, Fernández de la Mora,
Thomas de Carranza, Silva y José Martínez, fundando el partido Derecha
Democrática Española.
En ese momento Fraga, comprendiendo que las elecciones sólo
le favorecerían realizando un giro hacia el centro constituyó una alianza con
otras fuerzas del centro-derecha fundando la Coalición Democrática.
Crisis y disolución de UCD.
El triunfo electoral de UCD en las elecciones de 1979 fue
más que nada un espejismo. Parece que fue un voto de apoyo, no a un partido,
sino a la persona de Suárez y sobre todo por un cierto miedo de la sociedad
española hacia el PSOE que según las derechas españolas definieron en campaña
electoral, no había renunciado al marxismo y a la revolución, o quizá, mejor, a
una derecha que no llegar a estar a la altura de aceptar el triunfo electoral
de un partido socialista y por eso, mayoritariamente se votará por miedo a un
posible golpe militar.
En cualquier caso, el acoso al que iba a someter el PSOE a
la UCD desde ese momento iba a ser letal. La misma dureza iba a recibir por
parte de la derecha de Fraga e incluso desde su propio partido. La división de
los grupos que integraban el partido comenzó a hacerse insalvable, con
cuestiones que obviamente no podían compartir grupos democristianos con
socialdemócratas como por ejemplo, el aborto.
Los problemas de la nación eran muy graves y UCD no era
capaz de ofrecer una solución a la situación económica, a la escalada del
terrorismo o a la gestión autonómica.
Finalmente, Suárez dimitió el 29 de enero de 1981, aunque la
conflictividad interna continuó poniendo en evidencia la incompatibilidad de
esa construcción ecléctica que era el partido.
Los acontecimientos se habían acelerado y a todo lo anterior
se unió el descontento de una parte del Ejército que aprovechó la jornada de
investidura del sucesor de Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, el 23 de febrero para
dar un golpe de estado que fracasaría por su mala organización o porque en el
último momento se abandonó a los sublevados.
El golpe definitivo vendría desde la derecha. Las luchas
internas no sólo no cesaron sino que se agudizaron mientras que veían como
perdían fuerza en las elecciones autonómicas en favor de Alianza Popular, tanto
en Galicia, como en Andalucía.
Calvo Sotelo disolvió las cortes en agosto de 1982 y se
convocaron elecciones para octubre. El triunfo arrollador del PSOE también
supuso el derrumbe absoluto de la UCD
8. La derecha
democrática (1982-2004)
De AP a PP.
En octubre de 1976 nacía Alianza Popular. Se trataba de un
partido que aglutinaba a varios grupos y personalidades notables procedentes
del franquismo y guiados por el líder y creador del partido, Manuel Fraga
Iribarne.
La frustración de los primeros años en los que se vieron
superados electoralmente, tanto por UCD como por el PSOE, hizo que Fraga
intentase maquillar el partido sin hacer cambios estructurales. De la misma
forma, Manuel Fraga vio en la crisis de UCD el “peligro socialista” y
propugnaba la unión de todas las derechas.
Los peores auspicios del líder de AP se cumplieron en las
elecciones generales de octubre de 1982 en las que el PSOE obtendrá una mayoría
absoluta aplastante mientras que Fraga a muy larga distancia obtenía el segundo
puesto una vez hundida la UCD y se le
atribuirá el dudoso honor de haber integrado en su partido al conjunto de las
derechas, incluida la extrema derecha.
Las victorias socialistas sobre Alianza Popular se
sucedieron durante los años ochenta en todas las citas electorales, llegando a
contradecir sus propias ideas por llevar la contraria al PSOE que realmente
estaba llevando a cabo políticas propias del liberalismo y atribuidas a la
derecha, como en el caso particular del referéndum por el acceso a la OTAN en
el que Fraga pidió la abstención mientras que el PSOE pedía a sus electores un
SÍ rotundo. Del citado referéndum y de las elecciones generales que se
celebrarían a continuación, convocadas por el éxito obtenido, Fraga saldría
seriamente perjudicado.
La derecha española integrada en AP no tenía el apoyo ni la
confianza de los poderes económicos y sociales, viéndose obligado a dimitir el
fundador del partido tras el nuevo fracaso electoral de 1986 y en el mismo año
en noviembre, otro duro golpe en las elecciones autonómicas vascas en las que
sólo obtuvo dos escaños. El partido estuvo vagando hasta 1991, una vez elegido
el extremeño Hernández Mancha. En esos momentos, eran ya los medios de
comunicación afines a la derecha y algunos periodistas como Pedro J. Ramírez y
Federico Jiménez Losantos los que tomarán protagonismo para tratar de
reconducir la impotencia política de Alianza Popular.
Hernández Mancha había sido un rival fácil para el PSOE por
lo que Fraga decidió reconducir el partido y volver a tomar el mando para dar
un giro al éste en el que además de tener nuevas personalidades al frente, como
Álvarez Cascos, Rodrigo Rato, Federico Trillo, José María Aznar, Isabel Tocino,
etc., se unieron en ese momento otros destacados miembros de la hundida UCD,
como eran Martín Villa y Marcelino Oreja. Fraga no pretendía quedarse al frente
del partido y nombró como sucesor al hasta entonces poco conocido José María
Aznar y el pasó a centrarse en las elecciones gallegas, las cuales ganaría y
sería su presidente.
En el año 1989, Fraga daba, como he comentado, un giro a su
partido en dirección al centro. Un largo camino, que en realidad no contenía
cambios sustanciales del ideario de AP sino más bien un lavado superficial en
el que el partido pasó de llamarse Alianza Popular a llamarse Partido Popular,
sorprendentemente, como el antiguo partido de Areilza y Pío Cabanillas que hizo
suyo Adolfo Suárez en 1976. Otro cambio, también con respecto a la simbología,
sería el del logotipo del partido con la gaviota sobre fondo azul. Con esa
nueva imagen y cambio de personalidades comenzaría su trayectoria el aznarismo
y la continuidad de Alianza Popular con sus nuevas siglas, PP y la búsqueda del
liberalismo.
La formación del
aznarismo.
Con José María Aznar, el Partido Popular llegaría a lo que
hasta entonces parecía imposible, ganar unas elecciones generales al PSOE en el
año 1996, aunque por un corto margen muy inferior al que decían las encuestas.
El principio fue mucho más duro, en 1991 el fracaso volvió a
ser la tónica natural del partido, aunque gracias, no tanto al programa
político ofrecido, sino por la inmoralidad política de buena parte de la cúpula
socialista, los casos de corrupción se acumulaban en un partido que estaba
demasiado ligado al poder y que en el llamado caso “Filesa”, fue juzgado y
condenado por financiación ilegal del PSOE, teniendo como broche final la
existencia de los GAL o grupos antiterroristas financiados por el estado para
combatir a ETA. La prensa afín a la derecha logró crear opinión con respecto a
la corrupción dentro del PSOE que poco a poco fue calando en la opinión
pública, junto a algunas tímidas reformas técnicas propuestas por el PP. Sin
embargo, y a pesar de todo, las elecciones generales de 1994 tampoco dieron el
triunfo al PP en contra de todos los pronósticos.
Al PP le costaba mucho ofrecer una imagen renovada porque el
liberalismo prácticamente no había existido durante el franquismo y
ciertamente, los pocos liberales que había, habían estado perfectamente
integrados dentro de la dictadura franquista. Los modelos que se buscaban
fueron a rehabilitar el periodo de la Restauración con lo que ello conlleva y a
políticos republicanos como Azaña e intelectuales como Aranguren, Ortega, etc.
El cambio de imagen del PP y el hartazgo de una sociedad
víctima de la corrupción llevó a la victoria electoral por la mínima al PP en
1996. En esta ocasión, ya no sirvió la campaña de identificación del PP con el
franquismo, llevada a cabo por el PSOE. Realmente, los casos de corrupción y la
fuerte campaña de los medios de comunicación dominados por la derecha llevaron
a la victoria de Aznar, que ciertamente se comportó de una forma centrista y
actuó de forma tecnócrata en su primera legislatura en la que además tuvo que
pactar con los nacionalistas periféricos a los que tuvo que ofrecer infinidad
de concesiones como anteriormente lo hubiera hecho el PSOE.
La crisis de la
extrema derecha. Auge y ocaso del proyecto neoliberal.
La derecha y en especial la extrema derecha se encontraba
muy fragmentada en el momento de la muerte de Franco.
Lo más representativo eran las distintas falanges, Falange
Española de Fernández Cuesta, Falange Española de las JONS o (auténticos) que
se encontraban no sólo fragmentadas sino enfrentadas durante la celebración del
XLIII aniversario de falange.
Desde ese momento no tendría relevancia política convirtiéndose
en parte de Fuerza Nueva que pasará a ser realmente la fuerza aglutinadora de
la ultraderecha en España.
Fuerza Nueva había aparecido en 1966 como revista y
asociación cultural pero a partir de 1976 como Alianza Popular, se convirtió en
partido político. Su ideario no fue muy complejo, se basaba en la defensa del
Movimiento Nacional surgido tras el alzamiento nacional del 17 de julio de
1936.
Aunque fuera muy activo a nivel de movilización social en la
calle su trascendencia política fue escasa por su falta de militancia. Sin
embargo, tuvo cierto éxito en la juventud de sectores de clase media-alta,
exhibiendo su violencia llegando al asesinato. Aún así, nunca consiguió buenos
resultados en las urnas llegando únicamente en 1979 a conseguir un escaño, el
del propio Blas Piñar por Madrid llegando a tener muy poca relevancia. La
ultraderecha española no supo hacerse moderna como en Francia o Italia pasando
sus votantes a integrarse dentro de Alianza Popular.
Tras el golpe militar de Tejero para el cual no había sido
avisado y el posterior triunfo electoral del PSOE, la desbandada fue general y
a Blas Piñar no le quedó más remedio que disolver el partido culpando de la
falta de apoyo a la Iglesia, al Ejército y a Alianza Popular.
Autor: José Luis Romero Carretero.
Autor: José Luis Romero Carretero.
A Fraga se le debe el haber aglutinado en el partido a sectores de viejos y jóvenes Franquistas y llevarlos a la democracia. Además de organizar tuvo que lidiar entre su propio partido.
ResponderEliminarY crear un partido capaz de aglutinar a toda la derecha, desde la más radical hasta la más civilizada (quizá porque de otra manera nunca hubieran llegado al poder). Lo de llevarlos a la democracia; en contra de las convicciones de sus fundadores, y porque "a la fuerza ahorcan". Nunca pretendieron llegar tan lejos, aunque tuvieron que acostumbrarse a convivir con las nuevas reglas del juego. El PP, y antes AP, han tenido que evolucionar desde sus inicios antidemocráticos, aceptando, aunque de mala gana los cambios producidos. Muchos de ellos sienten aún nostalgia del franquismo.
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