El día 5 de octubre de madrugada comenzaba la “Revolución de
Octubre de 1934”, con la unión de socialistas, anarquistas y comunistas, de los
sindicatos UGT, CNT y SUM que contarían con unos 60.000 trabajadores en armas
frente a una inicial fuerza militar reducida a 4.000 hombres entre soldados,
guardias civiles y de asalto a los que inmediatamente se unirían por tierra las
tropas de infantería procedentes de León, Galicia y Bilbao y más tarde las
fuerzas de élite de la Legión y regulares, llegando a los 17.000 soldados bien
armados y mejor entrenados, además de la marina y la aviación.
Lo primero que hay que tener en cuenta es la actitud y el
protagonismo de unos y otros en la instauración del nuevo régimen republicano,
la diferencia de aspiraciones e intereses entre socialistas y anarquistas.
Mientras los primeros consideraban la instauración del régimen republicano como
una fase intermedia para la consecución de una sociedad más justa e incluso
fueron protagonistas de su instauración y parte del primer gobierno
republicano, los anarquistas no consideraban al nuevo régimen como
revolucionario y su objetivo seguía siendo la revolución social y la
desaparición del Estado, por eso llevaron a cabo varios intentos
revolucionarios en enero de 1932 y en enero y diciembre de 1933, sin conseguir
su objetivo por falta de medios, organización y sobre todo por falta de apoyo
popular. Bien al contrario, el Estado desmanteló buena parte de la organización
y de la prensa anarquista. Sin embargo, si conseguirían en cierta medida,
desgastar la República y especialmente la coalición republicano-socialista y
así tener acceso a una alianza con la UGT, convencidos de que por sí solos no
conseguirían jamás la pretendida revolución social.
La decisión de algunos dirigentes socialistas de romper con
el régimen republicano vino determinada por la ruptura de la coalición
republicano-socialista a finales de 1933 y como detonante el anuncio de entrada
en el gobierno radical un año más tarde de tres miembros de la CEDA, partido
vencedor en las elecciones de noviembre de 1933 y que como partido
accidentalista no había jurado la constitución republicana. En realidad, Largo
Caballero ya pensaba seriamente en la posibilidad revolucionaria a la altura de
enero de 1934 una vez apartado el PSOE del poder y su ejecutiva decidió llevar
a cabo la revolución en esta fecha siendo suscrita además por su sindicato
afín, la UGT.
Por otra parte, ya vimos como los anarquistas habían llegado
a la conclusión de que solos no podían conseguir la tan ansiada revolución
social llegando a un acuerdo la CNT con UGT en Asturias para llevar a cabo
dicha revolución de forma conjunta. Este debió de ser el pensamiento
mayoritario de los anarquistas en ese momento, mientras que los socialistas
fueron arrastrados a la revolución por la pérdida del poder y por haber dado
por concluido el periodo de coalición con los republicanos y creer que había
llegado el momento de avanzar en la revolución ya que siempre creyeron que la
república burguesa era un escalón intermedio para la consecución final de la
república socialista. Los acontecimientos parecían indicar que había llegado el
momento. De todos modos, tratándose de un tema tan polémico y que además es
utilizado hasta la actualidad como ataque político hacia el PSOE, existen
varias teorías más o menos objetivas sobre las razones que llevaron al
socialismo a intentar derrocar un régimen que ellos mismos habían contribuido a
crear y del que habían sido parte del gobierno.
Existen varias teorías de porqué los socialistas tomaron
parte en esta insurrección y van desde la defensa contra la inminente entrada
en el gobierno de la CEDA a la que consideraban fascista, pasando por distintas
teorías sobre el malestar de los trabajadores, hasta las más subjetivas
defendidas por autores muy reaccionarios e identificados con la derecha radical
y previamente con la propaganda franquista, y se trataría de encontrar en la
Revolución de Asturias el inicio revolucionario que dio lugar a la Guerra Civil
y por último, las más templadas que indican que habría sido provocada por
multitud de factores, evidentemente, los anarquistas era el momento que estaban
esperando para acabar con lo que consideraban una democracia burguesa en la que
no habían participado ni en su origen ni en su evolución y ya habían provocado
varios levantamientos que terminaron de forma muy trágica.
En cualquier caso, parece lo más viable, a pesar de las
incendiarias declaraciones de Largo Caballero y de su implicación junto con la
de otros compañeros del PSOE, que este partido no percibiera la realidad como
podemos verla en la actualidad. Los socialistas vieron con el mismo horror que
el resto del mundo el acceso al poder de los fascismos en Europa y la decisión
del gobierno de integrar tres ministros de la CEDA parece que fue interpretado
como la llegada al poder de los fascistas, identificados en un partido que no
había aceptado la instauración de la República pero del que posteriormente,
tras el levantamiento militar, sus cientos de miles de afiliados se pasaron
masivamente a falange. También tendría influencia aunque seguramente menor en
los dirigentes socialistas las teorías marxistas al igual que la influencia de
la revolución rusa y especialmente la influencia de las juventudes socialistas
y sobre todo los miles de nuevos afiliados con mucha sed de avances sociales y
resarcimiento de aspiraciones de justicia y democracia. Aunque “Avilés, Juan
(2008): “Los socialistas y la insurrección de octubre de 1934” dice que “no
sería consecuencia de un deterioro de las condiciones de vida de los
trabajadores”, dichas condiciones eran ya lo suficientemente deplorables como
para estar decididos a unirse a cualquier revolución social, aunque obviamente,
fueron ambas causas unidas, las políticas y las económicas las que llevaron a
las bases a unirse a la revolución.
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