ÍNDICE:
1.- INTRODUCCIÓN.
2.-¿QUÉ ES EL FASCISMO?
3.- CONTEXTO EN EL QUE SURGE EL FASCISMO.
4.- LA NATURALEZA DEL PRIMER
FRANQUISMO.
5.- EL FRANQUISMO DURANTE LA II GUERRA
MUNDIAL.
La naturaleza del franquismo va a venir marcada desde
su origen por las distintas familias que apoyaron el levantamiento militar aunque
conservando, eso sí, el carácter militar de quienes le llevaron a cabo.
Sería el General Francisco Franco, el que se
encargaría de arbitrar entre las distintas derechas que aglutinaba la
dictadura, siempre con los militares en situación privilegiada. En un primer
momento, va a ser el falangismo el que va a influir de forma importante en el
régimen gracias al predominio del nazismo y el fascismo en los primeros años de
la Segunda Guerra Mundial y a la decisiva ayuda recibida por ellos durante la Guerra
Civil. El régimen cambiaría su imagen externa, escondiendo la parte más dura
del falangismo cuando termine la guerra y la victoria sea para los aliados y
las democracias occidentales contra el fascismo. Ahora se intentaría dar una
imagen católica del régimen y mostrar sus aspectos anticomunistas ya que
rápidamente se impondrá la Guerra Fría contra el antiguo aliado Stalin y la
URSS.
La relación con los monárquicos fue más complicada,
tanto con los carlistas que no se adaptaron bien al régimen como con los
alfonsinos a los que Franco no permitió desordenes aunque desde el principio
comenzaron con las intrigas, llegando en 1943 a firmar ocho generales en una
carta colectiva una petición de restauración de la Monarquía. El pretendiente
al trono, Juan de Borbón, denunciaba al régimen que el mismo y sus seguidores
habían contribuido a implantar mientras que Franco nunca tuvo en mente proclamar
la Monarquía, al menos, mientras el viviese ya que lo que si hizo fue, tras una
entrevista con Don Juan, permitir que Juan Carlos, su hijo, se formase en
España ofreciendo una posible monarquía no muy definida, siendo en 1947 con la
Ley de Sucesión en la que Franco decidía quien sería el heredero al trono.
Finalmente, en julio de 1969, Franco designa al heredero Juan Carlos,
saltándose el orden sucesorio.
La relación con la Iglesia Católica también está en el
origen de la sublevación militar y continuará hasta prácticamente el final del
régimen. Fue responsable de la legitimación de la dictadura y de ofrecerle
una cara más amable en el exterior y no faltaron nunca las reticencias
hacia el régimen.
Por último, el pragmatismo empresarial característico de
la burguesía, también se vería favorecido, especialmente a partir de 1959 y la
entrada en el gobierno de varios ministros procedentes del Opus Dei.
Las distintas familias que integraban el régimen
luchaban entre sí para conseguir mayores cotas de poder y tuvieron su momento,
siempre atendiendo a las necesidades del poder y bajo el arbitrio y la
autoridad de Franco.
Los cauces de participación estaban limitados a las
familias que sostenían la dictadura y de las que he hablado en este trabajo.
Dependiendo del momento político tanto interno, como
sobre todo internacional y teniendo en cuenta las luchas fraticidas entre las
facciones rivales e incluso entre personajes destacados e influyentes, sería
Franco como única voluntad, quien se encargaría de arbitrar y mediar entre
todos ellos y poner y quitar en los puestos influyentes y de poder a los
miembros de cada una de esas familias y especialmente y con carácter dominante
sobre todos los demás a los militares.
En cualquier caso, el verdadero aglutinador de las
derechas españolas había sido el ejército y éste a través del general Franco
iba a ser quien mediase entre unas derechas con intereses distintos y en muchos
casos enfrentados, así como a las distintas personalidades que ocuparon los
puestos de máximo poder.
Ya desde la preparación del alzamiento habían sido
descartados en los planes todas las fuerzas civiles. El golpe sería
exclusivamente militar y llevado a cabo por militares africanistas rebeldes,
leales a la causa.
De esta forma, Franco se encargaría durante toda la
dictadura de rodearse de consejeros, ministros, etc., de extracción militar,
así como otros puestos de responsabilidad.
La definitiva derrota del fascismo en la Segunda Guerra
Mundial supuso la emergencia de la derecha democrática en Europa y fue un
momento en el que se percibió que esa victoria haría caer al régimen franquista
que tuvo que evolucionar y desentenderse de todas las características que le
unían al fascismo. De esa forma, tras la derrota del Eje, Franco debió intentar
acercarse a las democracias occidentales a través de la Iglesia Católica y de
su anticomunismo. De todas formas, el aislamiento internacional a que se vio
forzado el régimen no se hizo esperar, impidiendo su acceso a la ONU, con la
frontera de Francia cerrada y con numerosos diplomáticos que abandonan sus
embajadas. No sería hasta 1952, cuando la nueva situación de Guerra Fría y el
conocido anticomunismo del régimen lo que le haría ir recuperando una apertura
y aceptación internacional, especialmente por parte de Gran Bretaña y EEUU y
sobre todo a partir del Concordato de 1953.
2.-¿QUÉ ES
EL FASCISMO?
El primer problema que encontramos al abordar el estudio de este tema es la cuestión de la definición, pues creó problemas ya a los fundadores del fascismo italiano desde un principio, ya que “no elaboraron un conjunto codificado oficial de doctrinas sino que fueron naciendo con el tiempo, unos años después de la llegada de Mussolini al poder, e incluso entonces sólo en parte”. Hobsbawm señala que “la teoría no era el punto fuerte de unos movimientos que predicaban la insuficiencia de la razón y del racionalismo y la superioridad del instinto y la voluntad”. Sin embargo, Sternhell da una visión totalmente diferente, y plantea que “el fascismo, antes de convertirse en fuerza política, fue un fenómeno cultural (...) En el desarrollo del fascismo, su marco conceptual tiene un rol de especial importancia. No cabe duda de que la cristalización ideológica precedió a la acumulación de poder político y fue la que estableció las bases para la acción política”. Vemos así que el debate entre los historiadores es completo ya desde el primer planteamiento.
Podemos establecer un segundo marco de debate
en torno a qué debemos englobar en el calificativo “fascismo”. En singular, es
el nombre que se dará a un régimen, el encabezado por Mussolini, que imperó en
Italia entre las dos guerras mundiales. Sin embargo, el mismo término, en
plural (“fascismos”), ha adquirido un uso muy extenso, y también cargado de
problemas, entre los que se puede plantear como primero el que muchos
especialistas rechazan que se pueda emplear este plural, ya que sólo ha
existido un fascismo, el italiano; mientras que para otros, por el contrario,
el término “fascismos” sirve para caracterizar a un conjunto de regímenes que
tienen rasgos comunes significativos, pero también notables diferencias. No
obstante, es posible que tenga más razón Carlos Taibo, quien señala que “el
hecho de que se hayan manifestado interpretaciones tan distintas, antes que
reflejar la complejidad del fenómeno, lo que remite es a una enorme diversidad
en los enfoques ideológicos”. Se puede decir que el fascismo italiano fue
seguido por imitaciones y paralelismos o por movimientos análogos en otros
países europeos, comenzando por la Alemania nazi. La cuestión es probablemente
cronológica: el nazismo fue (según la mayoría de autores) la más clara
manifestación del régimen político que calificamos de fascista, si bien fue
vital que el movimiento mussoliniano llegase al poder más de un decenio antes
que el nacionalsocialismo y procediese, en paralelo, a la primera elaboración
teórica al respecto, como ya ha quedado señalado. En el sentido contrario, como
afirma Hobsbawm, “de no haber mediado el triunfo de Hitler en Alemania en los
primeros meses de 1933, el fascismo no se habría convertido en un movimiento
general. De hecho, salvo el italiano, todos los movimientos fascistas de cierta
importancia se establecieron después de la subida de Hitler al poder”.
Con todo, este no es el único problema que se plantea al analizar un tema tan complejo. Otro punto clave hace referencia a la dimensión lingüística, ya que la palabra fascismo no aporta ninguna idea relativa a su sentido político. En palabras de Stanley Payne: “Es probable que el término “fascismo” sea el más vago de los términos políticos contemporáneos. Quizá se deba a que la palabra en sí no contiene ninguna referencia política implícita, por vaga que sea, como las que contienen los términos democracia, liberalismo, socialismo y comunismo. El decir que el fascio italiano significa (...) un “haz”, o una “unión”, no nos dice mucho”.
Otro problema es de cariz histórico. El fascismo es fruto de la Primera Guerra Mundial. Antes de 1919 no existía un partido fascista ni una doctrina fascista como tales (ya hemos visto que la postura de Zeev Sternhell es diferente. Esto llevará, en palabras de Linz (recogidas por Payne) a que como “últimos llegados”, los movimientos nacionalistas radicales de la primera posguerra mundial a los que llamamos fascistas debían abrirse un espacio político e ideológico nuevo, por lo que su hostilidad hacia todas las grandes corrientes establecidas fue excepcional.
Junto a ello, necesitó alianzas
políticas tácticas para llegar al poder, lo que complica aún más el tema, al
mezclarse con otros grupos de la derecha autoritaria y conservadora y asimilar
parte de su bagaje ideológico. Además, el período de manifestación de los
regímenes que se suelen calificar de fascistas fue muy breve, y en muchos casos
no llegó a una plasmación definitiva, lo que nos lleva a tener que expresar
buena parte de los marcos de referencia desde una construcción o abstracción
teórica.
Pese a todo lo visto, es obvio, como señala Payne, que “si se ha de estudiar el fascismo, primero hay que identificarlo, y es dudoso que pueda hacerse en ausencia de algún tipo de definición de trabajo (...) [que] debe derivarse de un estudio empírico de los movimientos europeos de entreguerras”. Para él esta definición debería englobar lo que todos los movimientos fascistas tenían en común, sin tratar de describir las características exclusivas de los diferentes fascismos. Con todo, también advierte que esta definición debería ser usada con cautela, ya que los aspectos en los que difieren los distintos movimientos fascistas son tantos como los que tienen en común. Señala que un primer intento de hacer esta clasificación fue el de Ernst Nolte, quien en 1968 establecía un “mínimo fascista” de seis puntos, que expresaba como: “antimarxismo, antiliberalismo, anticonservadurismo, principio de caudillaje, un ejército de partido, objetivo de totalitarismo”.
Para Payne, Nolte establece
correctamente las negaciones fascistas, pero en relación a las otras tres
características, son aplicables al nacionalsocialismo alemán, pero no al resto.
Payne pretende dar una tipología que
sirva para todos los movimientos fascistas de entreguerras, para lo cual
considera indispensable identificar: las negaciones fascistas, los puntos
comunes en materia de ideología y objetivos, y las características comunes
(especiales) de estilo y organización, si bien el propio autor matiza que “se
sugiere únicamente como un mecanismo analítico de alcance limitado para una
definición comparada. No aspira a establecer una categoría rígidamente calificada,
sino una definición flexible de espectro amplio que sirva para identificar
varios movimientos supuestamente fascistas, y al mismo tiempo para separarlos
de otros tipos de movimientos revolucionarios o nacionalistas. Así, cabría
entender que cada movimiento poseía además otras creencias, características y
objetivos que consideraba muy importantes y que no contradecían las
características comunes, sino que sencillamente se añadían a éstas o iban más
allá que ellas”. Vemos también que Payne considera, frente a Hobsbawm, el
fascismo como revolucionario.
Antes de entrar a valorar los elementos
constitutivos del fascismo, debemos introducir otro marco de debate
fundamental: si el fascismo fue totalitario, como defienden algunos, o bien
autoritario. Por ejemplo, Raúl Morodo dice que el fascismo, “en un sentido
concreto, históricamente, fue una doctrina político-social nacionalista, que
surge en Italia en la primera posguerra mundial, como movimiento partidista
organizado para-militarmente, anti-liberal y anti-socialista, que llegará a
estructurarse como sistema político totalitario. Nace y se desarrolla, así, en
la Italia de los años veinte, con Mussolini como fundador y animador de este
Estado Nuevo, en donde la concepción totalitaria (es decir, estatista,
anti-pluralista política y social) se plasma orgánicamente”.
Por el contrario, para Stanley Payne, “no parece justificado especificar el objetivo del pleno totalitarismo (...) pues, al revés que el leninismo, los movimientos fascistas nunca proyectaron una teoría del Estado con una centralización y una burocratización suficientes para hacer posible un totalitarismo absoluto”.
Por el contrario, para Stanley Payne, “no parece justificado especificar el objetivo del pleno totalitarismo (...) pues, al revés que el leninismo, los movimientos fascistas nunca proyectaron una teoría del Estado con una centralización y una burocratización suficientes para hacer posible un totalitarismo absoluto”.
Quizá, con todo, sea el punto intermedio el que más se acerque a la realidad. Podemos partir de la base de que en todo movimiento fascista hubo al menos una “pretensión totalitaria” (el “objetivo totalitario” de Nolte), si bien sólo puede ser considerado como totalitario el nazismo alemán (y posiblemente Italia a partir de 1936/38), quedándose el resto en la “pretensión”. La idea es clara en la propia definición que Mussolini dio en la entrada “fascismo” de la Enciclopedia italiana de 1932 “La concepción fascista del Estado lo abarca todo; fuera de ella no pueden existir valores humanos o espirituales, ni mucho menos podrían tener valor... Entendido esto, el fascismo es totalitario, y el Estado fascista (una síntesis y una unidad que incluye todos los valores) interpreta, desarrolla y potencia toda la vida de un pueblo”. También se puede ver en los primeros momentos del franquismo, cuando se planteó desde el propio régimen que era un Régimen totalitario, si bien pronto hubo que abandonar esa concepción, curiosamente, para Javier Tusell, no habría fascismo en España, ni intención alguna de llegar a implantarlo.
3.-
CONTEXTO EN EL QUE SURGE EL FASCISMO
Malraux definió al período de entreguerras como el “tiempo del menosprecio”. En este periodo se da el caldo de cultivo para el ascenso al poder de los fascismos. Lo fundamental es quizá que, tanto en el período de entreguerras como hoy día, “el hombre vive un período de cambios continuos: sociales, políticos, industriales, tecnológicos... Los cambios provocan incertidumbre, inseguridad y miedo (...), los cuales dan pie al “fortalecimiento de la alteridad, el odio al otro”.
Es obvio que un eje primordial de los años veinte y treinta es el de la incertidumbre social y económica, marcada primero por la posguerra y la reconstrucción de Europa, y agravada después, cuando se inicia la recuperación, por el crack del 29 y la Gran Depresión posterior, que se extiende a Europa. En los años 20’ surgirá el fascismo italiano, y en los años 30’, el resto de fascismos, incluido el falangismo español y entre los que cobra un papel de especial relevancia el nazismo alemán.
Por tanto, el caldo de cultivo de los
fascismos vendrá de una época de recesión económica, que se plasmaba en un paro
creciente, en el malestar social y en el descrédito de las instituciones de la
democracia liberal y los partidos políticos. Además, había una gran diferencia
social entre clases y un estado de pobreza generalizado, lo que suponía un
marco privilegiado para la radicalización de las posturas políticas. Junto a
ello hay que situar la existencia de naciones que se sienten humilladas por la
guerra, y que generan sentimientos de venganza, marcando en “el otro” la culpa.
La última referencia en este marco es la existencia de minorías étnicas o
religiosas importantes en estos países, lo que también provocará el sentimiento
nacionalista excluyente, al culpar “al otro” de todos los males del país,
también en este sentido. Podemos verlo en palabras de Manuel Florentín, quien dice que en esta época de entreguerras el “odio al
otro” se plasmó básicamente en varios niveles:
- “lucha de clases”, que enfrentaba a obreros y empresarios.
- guerra de las clases medias contra el gran capital, tanto nacional como internacional, que las condenaba a la proletarización.
- pugna entre los sectores tradicionales y los movimientos revolucionarios (comunismo y anarquismo), vistos como defensores de una ideología “bárbara”, “asiática” y “subversiva” que pretendía acabar con el modo de vida occidental
- pugna entre las naciones beneficiadas y las desfavorecidas por el Tratado de Versalles y el resto de tratados de la Paz de París que pone fin a la Primera Guerra Mundial
- pugna entre los pueblos que contaban con minorías étnicas entre su población, principalmente judíos y gitanos, por la vigencia de las tesis del racismo biológico que, trasladado a la política, sirvió para legitimar la pretendida superioridad de unos hombres sobre otros.
Es evidente que estos factores cumplen un papel determinante para el ascenso de los regímenes que hemos calificado de fascistas. La crisis económica motiva problemas sociales, y con ello inseguridad. Tiene así un papel fundamental en todos los movimientos que plantean alternativas de “orden”, incluso a costa de la restricción de la “libertad” y los “derechos”, ya que en épocas de esplendor es difícil que cuajen este tipo de discursos. También es evidente que el fascismo alcanza su esplendor en dos países que se han visto perjudicados por la Paz de París: Italia (no consigue sus reivindicaciones territoriales, y se considera marginada en la victoria) y Alemania (con todo lo que se le impuso en Versalles, que fue además considerado como una “puñalada por la espalda” de los políticos por los sectores militares y afines). El marco de la democracia liberal va a ser visto como incapaz de hacer salir adelante a las sociedades, en el marco de este ámbito social nuevo, en el que los individuos pierden sus referentes, por lo que son fácilmente aglutinados en los discursos ultranacionalistas que culpan al “otro” de los males propios.
No toda la extrema derecha es fascista. Sin embargo, en los años 20’ y 30’ del siglo XX surgen los fascismos, con lo que algunos partidos de la derecha radical y tradicional (y sobre todo sus secciones juveniles) sufren un proceso de “fascistización”, quizá porque el fascismo planteaba una mayor adaptación a la sociedad cambiante, además de un marco revolucionario, que servirá de atractivo para amplios sectores de las desencantadas sociedades. El culto a la virilidad y a la violencia, a las grandes exhibiciones públicas de fuerza (marcha sobre Roma como ejemplo principal y fundamental), al encuadramiento en un grupo que comparte toda una serie de ideales, y donde se manifiesta la camaradería (que se había vivido en la guerra, pero no luego), etc., serán referente esencial para multitud de jóvenes y de ex-combatientes, desencantados y/o temerosos de la nueva sociedad.
La aparición del fascismo en Europa en el período de entreguerras supone una de las experiencias más dramáticas de la historia europea contemporánea. Temporalmente, está limitado a este período, aunque las bases ideológicas del fascismo no han muerto todavía, como podemos ver en la actualidad con el resurgimiento de movimientos neofascistas y de ultraderecha. Otro problema vendría definido por la falta de acuerdo en designar que es y que no es fascismo. Para los historiadores sería un desarrollo histórico delimitado a la Europa de entreguerras, mientras que para sociólogos se incluirían todos los movimientos antidemocráticos de derechas, cuyo objetivo es la creación de un Estado nacional-autoritario (o totalitario) de partido único.
En ese periodo de entreguerras es cuando se
van a producir cambios y éstos inevitablemente siempre generan incertidumbre,
inseguridad y miedo, lo que a su vez provoca la reacción de los que antes se
sentían tranquilos.
Lo primero que hay que tener en cuenta es la
dramática guerra de la que acaba de salir Europa, la incertidumbre social y económica
del momento y la posguerra. En algunos países con la reconstrucción y la
democracia vinieron años de prosperidad, mientras que para otros, los
perdedores, eran tiempos de humillación. Tras esta recuperación vendrá una de
las crisis más dramáticas del liberalismo, el crack del 29 y la Gran Depresión
posterior, que se extiende a Europa. El primero en surgir será el fascismo
italiano, en los años 20 y justo después de la crisis del 29, en los años 30,
el resto de fascismos, entre los que destaca por su relevancia el nazismo
alemán.
Como decía, los fascismos se extendían casi a
la vez que las ideas marxistas, debido a la gran recesión económica, el
gigantesco aumento del desempleo y el malestar social por la gran diferencia
social entre clases y la miseria generalizada que provocaban el descrédito de
las democracias liberales burguesas y de los principales partidos políticos.
No toda la extrema derecha es fascista pero
en el periodo de entreguerras muchos partidos de la derecha radical y
tradicional se “fascistizan” para crear un bloque común contra el liberalismo y
contra el comunismo. Se planteaba como algo novedoso, revolucionario que arengaba
a los jóvenes a la lucha, enaltecía la virilidad y la mezclaba con la violencia
a la vez que despertaba los sentimientos de camaradería entre sus miembros.
De todos modos, desde el punto de vista
histórico, el fascismo es fruto de la Primera Guerra Mundial y no puede
extrapolarse ni en tiempo ni en espacio. Se trata de una ideología nueva que
aglutina distintas posturas de la derecha pero que no tiene una doctrina clara
sino que irá formándose según evoluciona en el tiempo.
En España, las
ideas fascistas van a entrar de una forma algo distinta al resto del
continente, bastante mezcladas con el tradicionalismo y el conservadurismo. La dictadura de Primo de Rivera aún con ser coetánea de la
época de Mussolini y el desarrollo del fascismo italiano, no puede denominarse
plenamente fascista ya que aunque tiene un fuerte carácter autoritario e
intención de organización obrera al mismo tiempo que una participación del
Estado en todos los factores de la vida de la nación y un fuerte patriotismo,
sin embargo no aparecen los rasgos de racismo y además tiene un fuerte carácter
aristocrático, tradicionalista y católico. Tampoco sería el Partido
Nacionalista Español de Albiñana el origen del fascismo español.
Los principios intelectuales han sido buscados en el
maurismo y en el pensamiento político de Joaquín Costa, Ortega y Gasset y
Eugenio D’ors, sin embargo, la aparición del fascismo vendría después de
distintas fusiones entre partidos durante el periodo republicano, desde 1931
hasta 1934. Sería Ledesma Ramos que habría sido influido intelectualmente por
Nietzsche, Maurras, Ortega y Unamuno el autor y creador del manifiesto y grupo
“La conquista del estado” hasta su dispersión y aparición en octubre de 1931 de
las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS).
Al mismo tiempo, Falange Española se había formado en torno
a la figura de José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador y que comenzó su
vida política en círculos monárquicos y cuyo partido estaría plagado de
miembros de la alta burguesía y aristocracia madrileña y andaluza lo que
llevaría a Ledesma Ramos con un partido repleto de gentes de las clases medias
a rechazar la unión con Falange Española reiteradamente hasta que en febrero de
1934 el Consejo Nacional de las JONS acordó la fusión aunque durante un tiempo
fue más bien una fusión ecléctica hasta la expulsión definitiva de Ledesma en
enero de 1935.
4.-LA NATURALEZA DEL PRIMER FRANQUISMO.
Según Linz, el franquismo fue un régimen autoritario, alejado de las democracias, pero también distinto de los totalitarismos. No tenía una ideología elaborada y discutida, aunque si una mentalidad característica. Aunque era un sistema de partido único, es distinto al de los totalitarismos.
Para Tusell el régimen franquista es una
dictadura no totalitaria. No puede ser calificado como régimen fascista (aunque
tampoco considera como tal al fascismo italiano). El franquismo ha de
entenderse como el nacimiento de una mentalidad característica, como consecuencia
de su victoria en la guerra civil.
Además se caracteriza por la ruptura radical con el pasado inmediato, resistiéndose a la institucionalización en formas jurídicas y constitucionales. Ofrecerá un gran pragmatismo y voluntad de pervivencia.
Tendrá un pluralismo muy limitado. Como resultado de la guerra civil va a tener un componente militar y católico fundamental y aunque es un régimen de partido único, éste no ocupará la totalidad del espacio político.
El franquismo ejercerá una durísima represión inicial (en la misma línea de violencia que había seguido desde el alzamiento), sin embargo, su carácter no totalitario y la influencia externa, harán que con el tiempo se amplíe la tolerancia, una vez liquidada la oposición durante los años cuarenta.
Según Fontana, hay que fijarse en los inicios del franquismo, para ver cuáles eran sus verdaderos objetivos, aunque la posterior evolución con la necesidad de negociar con los vencedores en la II Guerra Mundial obligarán a una "desfastización".
Para Stanley Payne, la mayoría de los cambios no significan modificaciones sustanciales sino aspectos puramente formales. El fracaso del autarquismo será lo que produzca el viraje y permitirá a España unirse al ciclo de crecimiento económico mundial.
Según la Asamblea General de la ONU, el
Consejo de Europa y el Parlamento europeo, el régimen de Franco, sería un
sistema fascista, organizado e implantado en gran medida por la ayuda de la
Alemania nazi y de la Italia fascista.
La naturaleza del franquismo va a venir marcada desde su
origen por las distintas familias que apoyaron el levantamiento militar aunque
conservando, eso sí, el carácter militar de quienes le llevaron a cabo.
Sería el General Francisco Franco, el que se encargaría de
arbitrar entre las distintas derechas que aglutinaba la dictadura, siempre con
los militares en situación privilegiada. En un primer momento, va a ser el
falangismo el que va a influir de forma importante en el régimen gracias al
predominio del nazismo y el fascismo en los primeros años de la Segunda Guerra
Mundial y a la decisiva ayuda recibida por ellos durante la Guerra Civil. El
régimen cambiaría su imagen externa, escondiendo la parte más dura del
falangismo cuando termine la guerra y la victoria sea para los aliados y las
democracias occidentales contra el fascismo. Ahora se intentaría dar una imagen
católica del régimen y mostrar sus aspectos anticomunistas ya que rápidamente
se impondrá la Guerra Fría contra el antiguo aliado Stalin y la URSS.
La relación con los monárquicos fue más complicada, tanto
con los carlistas que no se adaptaron bien al régimen como con los alfonsinos a
los que Franco no permitió desordenes aunque desde el principio comenzaron con
las intrigas, llegando en 1943 a firmar ocho generales en una carta colectiva
una petición de restauración de la Monarquía. El pretendiente al trono, Juan de
Borbón, denunciaba al régimen que el mismo y sus seguidores habían contribuido
a implantar mientras que Franco nunca tuvo en mente proclamar la Monarquía, al
menos, mientras el viviese ya que lo que si hizo fue, tras una entrevista con
Don Juan, permitir que Juan Carlos, su hijo, se formase en España ofreciendo
una posible monarquía no muy definida, siendo en 1947 con la Ley de Sucesión en
la que Franco decidía quien sería el heredero al trono. Finalmente, en julio de
1969, Franco designa al heredero Juan Carlos, saltándose el orden sucesorio.
La relación con la Iglesia Católica también está en el
origen de la sublevación militar y continuará hasta prácticamente el final del régimen.
Fue responsable de la legitimación de la dictadura y de ofrecerle una cara más amable en el exterior y no
faltaron nunca las reticencias hacia el régimen.
Por último, el pragmatismo empresarial característico de la
burguesía, también se vería favorecido, especialmente a partir de 1959 y la
entrada en el gobierno de varios ministros procedentes del Opus Dei.
Las distintas familias que integraban el régimen luchaban
entre sí para conseguir mayores cotas de poder y tuvieron su momento, siempre
atendiendo a las necesidades del poder y bajo el arbitrio y la autoridad de
Franco.
El régimen franquista no nació con una ideología definida
sino con un conjunto de ideas de todas las derechas. No se trataba de llegar al
poder como partido único que dominara el Estado. Como sabemos, fue el ejército,
o una parte muy definida de éste, el que tomará el control y será responsable
del alzamiento.
Los acontecimientos internacionales que siguieron a la
derrota del Eje y la caída de los fascismos en Europa hicieron imposible la
revolución falangista aunque en un primer momento pareciese posible, gracias a
las victorias iniciales de las potencias centrales en los primeros años de la
guerra.
En esos años fue autorizado como partido único FET de las
JONS, (Movimiento Nacional), Serrano Súñer dominaría la política y los aspectos
más patentes del falangismos serían muy visibles.
Sin embargo, siguiendo los acontecimientos de la guerra y
las luchas internas entre facciones rivales, Serrano Súñer sería sustituido en
el Ministerio de Gobernación, el régimen cambiaría su postura de “no
beligerante” a neutral y se comenzó a ofrecer la imagen de un país no fascista,
con la Iglesia Católica como principal legitimadora a nivel internacional.
Se inicia así un proceso de desfalangización y maquillaje
del régimen. Falange había perdido ya su supuesto carácter revolucionario, con
la mayoría de sus cuadros de mando integrados en el Estado y habiendo pasado su
momento en favor de la Iglesia y la Asociación Católica Nacional de
Propagandistas.
Un nuevo giro radical iba a dar el gobierno a partir del
Plan de Estabilización en 1959 que supondría también el ascenso del Opus Dei o
tecnócratas que aglutinaban bien los ideales del Iglesia con el pragmatismo
capitalista de la burguesía. Este sería el momento, durante los años sesenta,
en el que se descompone la sociedad ruralizada, el éxodo rural, la
industrialización y la terciarización de la sociedad.
También va a ser el primer momento, justo cuando los
monárquicos, falangistas, Iglesia Católica y amplios sectores de la sociedad
pertenecientes a los vencedores en la guerra civil van a cuestionar muchos de
los aspectos del régimen, a la vez que la sociedad comienza a modernizarse y la
Universidad choca frontalmente con el ideario del régimen. Por primera vez, de
la mano de Fernández de la Mora se le va a dar una argumentación y un ideario,
sin plantearse tan siquiera su legitimidad pero aseverando su eficacia y la
superioridad del régimen con respecto al resto de sistemas políticos posibles.
Políticos como Fraga van a admirar el sistema británico y se van a llevar a
cabo algunas reformas aperturistas.
5.- EL FRANQUISMO DURANTE LA II GUERRA MUNDIAL.
La tentación fascista vino como consecuencia de la victoria de las tropas rebeldes que llevaron a cabo el alzamiento nacional y provocaron la Guerra Civil Española con la ayuda humana, material y económica del nazismo alemán y el fascismo italiano, además de un deseo desmesurado y muy poco realista de expansionismo exterior para dar una imagen de imperialismo que no se correspondía con la miseria que asolaba el país.
La tentación fascista vino como consecuencia de la victoria de las tropas rebeldes que llevaron a cabo el alzamiento nacional y provocaron la Guerra Civil Española con la ayuda humana, material y económica del nazismo alemán y el fascismo italiano, además de un deseo desmesurado y muy poco realista de expansionismo exterior para dar una imagen de imperialismo que no se correspondía con la miseria que asolaba el país.
El estado autoritario nacido como
consecuencia del alzamiento y victoria militar va a cortar con la trayectoria
de estado democrático representado en el régimen republicano, basado en el
sufragio universal y el pluralismo político.
Desde el final de la guerra civil hasta el
verano de 1940 la tendencia será hacia la homologación con el Eje. España hizo
pública su adhesión al Tratado anti-komintern y el abandono de la Sociedad de
Naciones. El protagonista fue Ramón Serrano Súñer, ministro de Gobernación y
Presidente de la Junta Política. El programa
de fascistización de Serrano Súñer llevó al conflicto con los monárquicos.
Impulsó un programa de fascistización basado
en el poder de Franco:
-Aprobación del los Estatutos de F.E, lo que
daba una estructura legal al partido muy parecida al de los fascistas.
-El Consejo Nacional del Movimiento siguió
siendo plural y el Instituto de Estudios Políticos un "vivero intelectual
falangista"
-El SEU revolucionario.
-El Frente de Juventudes, creado en diciembre
de 1940.
-La sección femenina.
De todos modos las fascistización del régimen
sólo podría haberse llevado a cabo en caso de haber intervenido en la II Guerra
Mundial, lo que era temido como suicida por los militares, en contra del
nacionalismo exacerbado del partido, lo que llevó finalmente a la crisis más
grave de todo el franquismo.
Franco, por recomendación de Serrano realizó
en 1941 el primer cambio de gobierno, otorgando mayor representación en el gobierno
a los falangistas. Éstos no tendrían nunca un papel tan importante, aunque sus
disputas con los militares llevaron a fuertes recriminaciones. Finalmente en
agosto, un grupo de falangistas lanzaron bombas de mano a la salida de un acto
religioso donde se encontraba el general Varela. Este acto provocó un nuevo
cambio de gobierno, en el que sería sustituido hasta Serrano y sería a partir
de ahora cuando Franco de forma arbitraria jugará con el papel político de las
distintas familias políticas del régimen.
Con el desembarco aliado en el noroeste de
África, el 8 de noviembre de 1942, la guerra se acercaba a nuestras fronteras.
Los alemanes inmediatamente ocuparon el régimen de Vichi en el sur de Francia.
Roosevelt aseguró a Franco que el desembarco no estaba dirigido a España.
Mientras tanto, Jordana reconducía la diplomacia española de forma más
autónoma. Carrero Blanco reforzaría esa nueva actitud, declarando que Alemania
podía acabar perdiendo la guerra. Este cambio, producido por razones externas
provocará una mayor presión de los monárquicos en el interior. Juan de Borbón
había apoyado al Eje al principio de la guerra e incluso se negoció con
Alemania su apoyo para la restauración monárquica en España. Sin embargo, el
giro de Juan hacia la monarquía constitucional parece tener que ver con los
progresos de las potencias democráticas. En este momento, un grupo de siete de
los doce tenientes generales existentes pidieron la dimisión a Franco en una
carta escrita y firmada por ellos. En 1943, Franco ascendería a Yagüe y a
Monasterio para desequilibrar la balanza a su favor.
Según avanzaba la guerra, a la altura de 1943
la presión de los aliados aumentó y se dejaba notar de forma significativa.
EEUU redujo drásticamente las importaciones españolas de petróleo, viéndose
obligado el dictador a anunciar el fin de la postura de
"no-beligerancia" y a adoptar una política real de "neutralidad
vigilante". De todos modos, la política económica contra España siguió
endureciéndose en 1944, obligando a Franco a reservar casi todo el wolframio
español a los aliados y expulsando a los agentes de información alemana, a
cambio del petróleo.
Finalmente, la invasión de Francia por parte
de los aliados, convenció a Franco de que la derrota alemana estaba cerca,
intentando cambiar a esas alturas de la guerra la política exterior mantenida
con una postura poco convincente e interesada que obviamente no fue creída.
Tras la derrota alemana y la Conferencia de Postdam en 1945 se creaban las
Naciones Unidas que rompían relaciones con España y recomendaban la ayuda a las
naciones democráticas.
El régimen de Franco fue condenado al
ostracismo en el exterior a la vez que se producía la incursión guerrillera del
Valle de Arán y el pretendiente a la restauración borbónica, Juan de Borbón,
proponía el Manifiesto de Lausana.
Franco se enfrentaba al momento más crítico
del régimen viéndose obligado a dar a éste un contenido jurídico con la
aprobación de las "Leyes Fundamentales". También se produciría, a
través de su carácter católico, intensificar esta imagen y así obtener el apoyo
del Vaticano y reducir la hostilidad de las democracias. A Falange Española se
le quitará importancia, aunque no fue abolida.
Como versión española del ideal alemán de
estado autoritario administrativo, se creo en 1945 el "Fuero de los
Españoles", como cuerpo de garantías civiles, a la vez que se hizo un
nuevo cambio ministerial en la línea de reducción del poder falangista,
nombrando a Martín Artajo de Acción Católica como ministro de Asuntos Exteriores.
Con todos los cambios llevados a cabo en un
intento de maquillar la naturaleza del régimen, en el exterior las democracias
castigaban a éste. Francia cerró las fronteras en 1946, Naciones
Unidas votó la retirada de todo reconocimiento diplomático internacional, saliendo incluso de Madrid el último
representante diplomático, el embajador británico, de un país importante.
Ante esta situación, las relaciones
diplomáticas se basaron en las relaciones con los países suramericanos,
obteniendo la ayuda económica del régimen de Perón entre 1946 y 1948.
Mientras tanto se acentuaba la identidad
religiosa del régimen y desde 1947 se declaraba España como Reino en la Ley de
Sucesión. Se llevó a cabo una entrevista entre Franco y Juan en la que se
determinó que Juan Carlos se educase en España.
Sin embargo, finalmente, la suerte estaría
del lado del régimen. Durante los años 1947-48 los acontecimientos políticos
que se desarrollaban en el exterior con el comienzo de la "guerra
fría" y la instauración de las dictaduras comunistas en Europa Oriental,
EEUU vería en la dictadura española, no a un aliado, ya que nunca pudo unirse a
la OTAN, pero si un régimen que no permitiría el avance comunista dentro de sus
fronteras. Así se inició un acercamiento que permitió que a finales de 1950 se
votará en Naciones Unidas, la supresión de los términos del año 1946, dando así
fin al boicot internacional. Inmediatamente después EEUU concede un gran
préstamo al gobierno español, (aunque España nunca estuvo incluida en el Plan
Marshall) y fue nombrado el primer embajador estadounidense.
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Autor: José Luis Romero Carretero.
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