Resulta
muy aventurado ofrecer cifras exactas en relación al total de la emigración española
durante el siglo XIX, especialmente hasta 1882, año en que se crea un
departamento antecesor del Instituto Nacional de Estadística. Las cifras,
además varían mucho entre unos autores y otros.
La
emigración total bruta de españoles entre 1882 y 1900 estaría en torno al
millón de personas, lo que equivaldría a unos 61.000 emigrantes españoles
totales en esas fechas, cifra que aumentaría considerablemente en los primeros
trece años del siglo XX, hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, que
contarían unos dos millones de salidas, lo que supondría entre 141.000 y
148.000 salidas anuales.
Este aumento de la emigración total en los tres primeros decenios del siglo XX fue considerable, contando las cifras oficiales con algo más de tres millones de salidas, aunque en la realidad fuesen casi cuatro millones y medio de españoles los que abandonasen el país en busca de otros destinos. Esta diferencia de cifras vendría dada por la emigración ilegal, organizada para no pagar las tasas de emigración y también para los que querían eludir el servicio militar.
Este aumento de la emigración total en los tres primeros decenios del siglo XX fue considerable, contando las cifras oficiales con algo más de tres millones de salidas, aunque en la realidad fuesen casi cuatro millones y medio de españoles los que abandonasen el país en busca de otros destinos. Esta diferencia de cifras vendría dada por la emigración ilegal, organizada para no pagar las tasas de emigración y también para los que querían eludir el servicio militar.
Por
otra parte y teniendo en cuenta que se trata de cifras aproximadas, Woodruff,
considera que entre 1830 y 1900 habrían emigrado alrededor de 1,4 millones de
españoles.
Además
de las cifras, atendiendo a las motivaciones que dieron lugar a esta emigración
encontramos como siempre las causas económicas, señalando Gabriel Tortella y
Feliciano Montero, la pervivencia de prácticas señoriales, condiciones de
arrendamiento de tierras muy duras, expropiación de bienes comunales, etc., y
fianlmente, en el último tercio del siglo, este autor, responsabiliza a la
crisis agraria y a la respuesta proteccionista de la España de la Restauración.
También señala este autor como auténtico motor de la emigración en España desde
principio del siglo XX hasta la Primera Guerra Mundial por la apreciación de la
peseta que se dio por la “estabilización de Villaverde”.
Las
causas políticas también estarían presentes en la emigración española del siglo
XIX, comenzando ésta en 1814 al terminar la Guerra de la Independencia y la
vuelta a España de Fernando VII. Estos movimientos migratorios destacarían por
el alto nivel cultural de muchos de los exiliados, serían los llamados
“afrancesados” o liberales y tendrían que emigrar en varios momentos,
dependiendo de la persecución sufrida en los momentos absolutistas.
El
mayor número de emigrantes españoles se dirigieron hacia el continente
americano. Este tipo de emigración había comenzado en el siglo XVI con la
conquista, aunque posteriormente, la política nacionalista de los borbones
había puesto muchas trabas a la emigración. Sin embargo, desde 1853 se lleva a
cabo una política de eliminación de obstáculos a la emigración, a la vez que
los países de destino comienzan una política de atracción de inmigrantes y de
capitales para la explotación de sus enormes recursos naturales. Se estima que
entre 1857 y 1935 habían emigrado 2.500.000 españoles a Argentina. Esta
emigración hacia Suramérica tendría como destinos principales los siguientes
países: Argentina, Brasil, Uruguay y Cuba. Se trata de una emigración compuesta
básicamente por campesinos debido a la crisis agraria. La mayoría de los
emigrantes era de procedencia atlántica (canarios, asturianos y gallegos),
dedicados a las tareas agrícolas y con muy bajo nivel de cualificación.
Este
movimiento migratorio en dirección a América formará parte de uno mayor a nivel
europeo en el que, gracias a una etapa de crecimiento económico acelerado y
generalizado en Suramérica en la segunda mitad del siglo XIX, grandes
contingentes de población europea llevarán a cabo una emigración masiva hacia
ese continente. Un dato a tener en cuenta, según Carlos Malamud, es el hecho de
que la población lationamericana se duplicó entre 1850 y 1900 siendo la inmigración
de procedencia europea el motor de ese crecimiento demográfico.
La
emigración a América se estancó durante la Primera Guerra Mundial por la
inseguridad creada, retomándose de nuevo en los años veinte aunque sin llegar a
los niveles de los años anteriores al conflicto bélico. Ya en los años treinta,
los países suramericanos que tanta mano de obra habían necesitado (además de
capitales, aunque ese es otro asunto), después de la crisis del 29 promulgaron
leyes restrictivas a la inmigración estableciendo cuotas anuales.
La
emigración permanente a Europa, especialmente a Francia, también había sido una
salida tradicional hasta la Primera Guerra Mundial por parte de agricultores
estacionales y mujeres para el servicio doméstico. La procedencia de estos emigrantes
eran principalmente agricultores levantinos.
Además
de esta emigración por motivos económicos hacia Francia, habrá otra corriente
de emigración, en este caso política, iniciada al finalizar la Guerra de la
Independencia. Se trata de los afrancesados, admiradores de la cultura,
costumbres y libertad francesas que se pondrán al servicio del nuevo rey José I
por lo que pasarían a ser considerados traidores. El decreto de mayo de 1814 hizo
que fueran perseguidos, castigados, encerrados y exiliados en el país vecino
donde fueron alojados en varias ciudades del sur. Este exilio estaba formado
por la élite de la intelectualidad, unas 12.000 personas que abrían la
emigración política del siglo XIX y que deambularían por las ciudades del sur
de Francia cobrando una pequeña pensión insuficiente del gobierno francés y en
el mejor de los casos accediendo a un empleo. De la misma forma, el absolutismo
de Fernando VII llevó a otro exilio político formado por los liberales que
habían formado parte en las cortes de Cádiz y que acabaron en las mismas
ciudades francesas que los afrancesados y sufrieron igualmente la persecución,
encarcelamiento y exilio.
La
emigración española al norte de África durante esta época es menos conocida y
menos numerosa que las dos anteriores. Su característica más peculiar es que se
trata de una emigración temporal formada en su totalidad por trabajadores del
campo, especialmente del levante español, Comunidad Valenciana, Islas baleares,
Murcia y Andalucía Oriental. Esta emigración aparece con la conquista francesa
de Argelia y no está bien documentada en España por falta de documentación. Lo
que sí está claro es que a la altura de 1930 existían unos 300.000 españoles
asentados en el norte de África aunque inicialmente hubiera sido una emigración
temporal.
Autor: José Luis Romero Carretero.