El cambio de gobierno
llevado a cabo en febrero de 1957 y la entrada en éste de nuevos ministros tecnócratas,
procedentes del Opus Dei, llevaron a cabo una nueva política de liberalismo
económico. Se va a aprobar el Plan de Estabilización en 1959 y se abandonará la
autarquía llevada a cabo desde el final de la Guerra Civil, además de abrir las
fronteras para dar salida a casi un millón y medio de españoles consumidos en
la miseria, y a su vez, contribuir a la reconstrucción de Europa, a la que se
dirigieron más de un millón de emigrantes españoles, ya que se encontraba
inmersa en un acelerado proceso de desarrollo y con gran necesidad de mano de
obra no cualificada para ocupar los puestos de trabajo menos atractivos y peor
remunerados.
La situación que
padecía España era completamente distinta a la del resto de países europeos
occidentales. Mientras que nuestro país se encontraba estancado económicamente,
sujeto a una autarquía impuesta tras la Guerra Civil, por causas ideológicas y
en parte también por las malas relaciones internacionales de una dictadura de
corte fascista que había sido impuesta en parte por la ayuda de los perdedores
en la II Guerra Mundial, el desarrollo económico y el progreso que se estaba
llevando a cabo en el resto de Europa Occidental, gracias al Plan Marshall
primero y a la reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial, eran
enormes y la necesidad de mano de obra no era cubierta por su propia población,
necesitando remesas de emigrantes de los países del sur y de Turquía que
ocupasen los puestos que requerían menor especialización.
En realidad, la
emigración hacia Europa había comenzado antes de mediados de los años cincuenta,
exactamente, desde 1945, en el momento de finalizar la Segunda Guerra Mundial,
pero se trataría de un fenómeno limitado que llegaría a sus máximos entre los
años 1960 y 1973. El total de emigrados españoles en esos años es difícil de
precisar ya que existía una emigración asistida y otra no regulada, por lo que
los datos finales distan mucho entre unos autores y otros. En cualquier caso,
desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis de 1973, habrían
salido de España alrededor de 2.600.000 españoles. El perfil de estos
emigrantes era el de jóvenes varones entre 20 y 40 años, escasamente
cualificados, siendo las provincias andaluzas, Galicia, Madrid (la capital había
sido destino de emigrantes del interior peninsular) y Valencia las zonas más
afectadas por esa emigración y Alemania (país de emigrantes tradicionalmente),
Suiza y Francia los destinos mayoritarios de los españoles.
Paralelamente, se
estaba produciendo una emigración o “éxodo rural”, primero hacia las capitales
de provincia y más tarde hacia las zonas más desarrolladas y dinámicas del país
como son Madrid, Cataluña y País Vasco. Las zonas del interior, ambas mesetas,
quedaron despobladas debido a la gran miseria que existía en el campo español,
contando las estimaciones más tímidas, más de 3,7 millones de personas que al
final del periodo, a mediados de los años setenta habrán dejado despoblado el
interior de la Península con la excepción de Madrid, a favor de las zonas
costeras y las islas.
La diferencia entre
esta emigración interior y la exterior es que la primera era mayoritariamente
definitiva, mientras que la segunda era adoptada como temporal. En el caso de
la inmigración de los pasados años a España estos movimientos migratorios son
también enfocados como definitivos a diferencia también de la emigración
española actual que también es planteada mayoritariamente como temporal.
Esta emigración
española se vio estimulada también por causas internas desde el Plan de
Estabilización en 1959, principalmente, por un fuerte crecimiento demográfico,
el crecimiento del paro, miseria en el campo español, excedente de población
agraria sin capacidad de absorción en la débil industria española, etc. Algunas
de esas causas las vemos en la actualidad en muchos países de los que proceden
los inmigrantes llegados a España.
Las causas externas son
más conocidas y ya han sido apuntadas
anteriormente, básicamente sería la rápida reconstrucción europea tras la
Segunda Guerra Mundial, gracias al capital estadounidense que favoreció una
amplia oferta de empleo en los trabajos más duros, haciendo a la vez subir en
el escalafón a los trabajadores propios de cada país.
La diferencia principal
entre la emigración española de los años setenta y la actual, está en el grado
de especialización de los trabajadores. Mientras que en la actualidad, la
mayoría de los emigrantes españoles son jóvenes con formación universitaria,
durante los años setenta, también se trataba de jóvenes pero en aquel caso se
trataba de mano de obra sin cualificación, principalmente provenientes de las
zonas rurales. Ha cambiado mucho la formación de los emigrantes, pero existen
también coincidencias, como la edad, jóvenes entre 20 y 35 años, atrapados en
un porcentaje de paro juvenil difícil de asumir para cualquier país, tanto en
la década de los sesenta como en la actualidad.
La crisis económica
actual, iniciada en 2008, ha hecho que se reduzca drásticamente la inmigración
extranjera que llegaba a nuestro país, tanto por las nuevas leyes antiinmigración
como la última Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana, como por el recorte de
derechos como la sanidad, que afectan a los inmigrantes que han hecho que
España no sea un país de atracción, especialmente por la falta de objetivos
laborales y que ha hecho también que cientos de miles de extranjeros que han
perdido sus puestos de trabajo, hayan regresado a sus países de origen. Ahora
bien, los conflictos bélicos en los que están inmersos en buena parte de África
y Oriente Próximo, especialmente en Siria, están provocando movimientos de
personas que están haciendo que miles de inmigrantes se agolpen en las
fronteras del sur y sigan llegando a las costas europeas huyendo de la
desesperación, de la guerra y de persecuciones políticas y religiosas.
El inicio de la
inmigración en España comienza a ser un fenómeno de importancia demográfica y
económica a partir de los años noventa del siglo XX. Sus causas son el
desarrollo económico español, basado en la construcción y en el turismo, además
de haberse convertido nuestro país, en residencia permanente o de buena parte
del año de jubilados de países de Europa Occidental que buscan regiones con
climas más cálidos.
Lo cierto es que el
espectacular aumento de población que había experimentado España en los últimos
años se ha visto frenado y está decreciendo precisamente por el abandono de
nuestro país, tanto de extranjeros que han perdido sus trabajos, como de
jóvenes españoles que no pueden acceder a él.
Durante el 2014 la
emigración ha sido algo menor que en 2013 según los datos del INE, donde se
hace diferenciación entre extranjeros que han abandonado el país en número de
330.559 personas y no veían un futuro laboral próximo y los inmigrantes que han
llegado, como digo, no siendo en su mayoría el destino final sino como lugar de
paso a Europa obligado, buscando otros destinos que presentan mayores
oportunidades laborales, estos serían 265.757 inmigrantes, lo que daría un
saldo negativo de 64.802 personas.
El número de españoles
que abandonaron el país en 2014 también fue menor que en 2013 y asciende a
78.785 españoles, dentro de los cuales se hace otra diferenciación, que es la
de españoles nacidos o no en España y de los cuales 50.249 si lo eran. La
diferencia entre los españoles que emigraron y los que volvieron a España deja
un balance negativo de 37.507 personas.
En resumidas cuentas,
la emigración en España decreció en 2014 con respecto al año anterior en un
23%, siendo 409.343 las personas que abandonan el país mientras que van a ser
307.034 las que se establezcan en nuestro suelo, dando un saldo negativo de
102.309 durante el año 2014.
Existe una lucha entre
partidos políticos, el PP en el poder, empeñado en minimizar el porcentaje de
españoles emigrados por cuestiones económicas y la oposición por mostrar los datos
más catastróficos posibles para denostar la acción del gobierno.
Sin embargo y pese a
toda la información que muestran tanto el INE como el PERE, los distintos
partidos políticos y muchos investigadores, la marea granate con el apoyo de
sociólogos y demógrafos, han constatado que las cifras oficiales están
manipuladas y el número de emigrantes españoles es muy superior al que desde el
gobierno nos indican. Aún así, aunque se han realizado estudios demostrativos
en varios países, en los que se demuestra que los datos que arroja el PERE o el
INE no coinciden con la realidad, dan varios motivos por los que fallan esos
estudios, uno de ellos el simple dato de que los emigrantes españoles en su
mayoría no se dan de alta en las embajadas de destino, lo que queda demostrado
en varios países. También ofrecen datos de regreso de emigrantes españoles que
serían jubilados españoles que vuelven a nuestro país mientras que los jóvenes
que necesitan un trabajo deben permanecer en el extranjero. La conclusión puede
ser, la dificultad de cuantificar el análisis y los datos correctos de esta
emigración de jóvenes españoles en el contexto de una crisis profunda en la que
el paro juvenil tiene niveles cercanos al 60%.
La cifra de extranjeros
en España en 1986 era insignificante,
241.971 personas, aún así, la tónica general del principio será la de
crecimiento, aunque en principio un poco más lento, hasta mediados de los
noventa que comienza a crecer más rápido, convirtiéndose en un fenómeno
migratorio muy pronunciado desde el año 2000 hasta el año 2010 a partir del cual
comienza el descenso, perdiendo más de 700.000 habitantes hasta enero de 2014. Sólo
en ese último año se fueron de España 304.623 inmigrantes. En la actualidad,
España cuenta con 4.747.734 extranjeros de dónde podemos hacer una
diferenciación más entre extranjeros comunitarios con casi dos millones de
personas y extracomunitarios con algo más de dos millones setecientas mil
personas.
Este hecho ha influido también en
la reducción de habitantes en nuestro país, por tercer año consecutivo, pasando
de 46.818.216, hasta los 46.438.442 habitantes que tiene España a 1 de enero de 2016. Estos datos hay que atenderlos teniendo en cuenta que el saldo
entre nacimientos y defunciones es positivo por lo que el crecimiento
vegetativo también lo es, dejando claro que la pérdida de habitantes sólo puede
ser por movimientos migratorios con saldo negativo. Esa es la forma en la que
nuestro país pierde población desde el año 2011, tanto población extranjera establecida
en España como población nacional joven en busca de empleo.
En relación a la procedencia de la
inmigración en España, la inmensa mayoría procede de nuestras antiguas colonias
en Suramérica con más de un millón y medio de personas, seguido a distancia,
con casi 900.000 personas procedentes de los países ricos de Europa Occidental
y algo más de 700.000 procedentes de la Europa del Este y poco más de 600.000
de África del Norte. A pesar de la notoriedad y el drama que supone el hecho de
la llegada de pateras a nuestras costas cargadas de subsaharianos en pésimas
condiciones y los que mueren trágicamente en el trayecto o las últimas
acumulaciones de inmigrantes en las vallas de Ceuta y Melilla esperando el
momento de saltarlas y acceder así a nuestro país, el número de subsaharianos
asciende a 170.000 y los procedentes de Oriente Próximo unos 18.000.
Por nacionalidades, los más
numerosos son los rumanos con casi 800.000 inmigrantes de esa nacionalidad,
seguidos de cerca por los marroquís con 774.000 y ya a gran distancia por
británicos con 300.000 personas.
La población española
ha continuado creciendo hasta diciembre de 2011. Las cifras de población de 1
de enero de 2012 es la más alta de la historia de España, 46.818.216
habitantes. En la década de los noventa, la población española aumentó
alrededor de un millón de personas, básicamente gracias al crecimiento
vegetativo de la sociedad y en los últimos años, gracias a la inmigración. A
partir, del año 2000 en el que España alcanza la cifra de 40.499.791 habitantes
va a comenzar el crecimiento espectacular de la población española, gracias al
fenómeno de la inmigración. En esa fecha España no llegaba al millón de
extranjeros, mientras que a lo largo de la década va a llegar a casi los siete
millones de extranjeros hasta que en el 2011 se alcanzara su cenit y comenzara
el descenso.
Del mismo modo que la
crisis de 1973 afectó a los emigrantes españoles dando por terminado un ciclo
económico expansivo en Europa y por ende, el fin de la emigración española en
el periodo; la crisis económica actual, a estas alturas ya bastante
persistente, ha hecho que finalice la inmigración en nuestro país y que incluso
se haya iniciado un nuevo proceso migratorio que afecta a los inmigrantes que
abandonan nuestro país y a los jóvenes nacionales que por falta de expectativas
laborales deben abandonar España en busca de trabajo.
Por comunidades
autónomas, las que pierden más habitantes con destino a otros países durante el
año 2014 han sido la Comunidad de Madrid con 37.789 emigrantes, seguido muy de
cerca por Cataluña con 37.669 emigrantes y Comunidad Valenciana con 18.849
emigrantes. Son datos que se vienen repitiendo, durante el año 2013 Madrid
perdía 83.835 y Cataluña 77.873. En la actualidad además de personas con cualificación
profesional y universitarios, los emigrantes españoles actuales son
mayoritariamente de las zonas más desarrolladas económicamente del país.
Además, es en estas zonas donde también se habían instalado principalmente los
inmigrantes que acudían en busca de empleo y que ahora vuelven a sus países de
origen o se desplazan a lugares con mayor dinamismo económico y posibilidades
laborales.
En el periodo
emigratorio español de los cincuenta hasta mediados de los setenta las zonas
emisoras principales eran Andalucía con 356.885 emigrantes en todo el periodo,
y Galicia con 386.695 que alcanzan casi el 50% del total, seguidos a gran
distancia por Castilla y León, Madrid y Comunidad Valenciana, mientras que los
principales destinos eran Alemania y Suiza. (datos Tomás Franco).
Como hemos podido ver,
son importantes las diferencias tanto internas como externas que se pueden
observar en ambos periodos, aunque también hay coincidencias entre los dos
tipos de movimientos migratorios, en ambos casos, son mayoritariamente por
motivos económicos. Los inmigrantes que llegaron a España en masa desde el año
2000 lo hicieron por las expectativas laborales en la construcción y el turismo
de la misma forma que los españoles que emigraron a Europa a partir de los años
cincuenta lo hicieron atraídos por el desarrollo económico europeo tras la
Segunda Guerra Mundial. En ambos casos, las causas internas son la pobreza, la
falta de expectativas laborales, etc.
Los países emisores de los años 2000 a
2011 eran países pobres con población joven que buscaba un futuro laboral y
social más favorable, de la misma forma que lo hicieron los españoles a partir
de los años cincuenta hasta la crisis de 1973. En el caso de España y la
inmigración masiva de esos años, existe también una inmigración de países
ricos, esta si que sería algo muy diferenciado de la emigración española a
Europa, especialmente del norte y centro de Europa buscando el clima cálido de
nuestras costas, especialmente del Levante y los dos archipiélagos.
INE
José Luis Romero Carretero.
INE
José Luis Romero Carretero.
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